viernes, 13 de julio de 2012

Los nuevos jenízaros


Los jenízaros fueron la élite del ejercito otomano y durante siglos estos fanáticos guerreros ejercieron como punta de lanza de Oriente frente a Occidente. Lo curioso de esta tropa, que en su máximo apogeo llegó a contar con 200.000 hombres, es que sus componentes eran esclavos e hijos de Europa. Los hombres del sultán "reclutaban" a niños no musulmanes, ya que la sharia prohibía que un estado musulmán esclavizara a sus súbditos, de tal modo que elegían a niños de reinos cristianos de entre siete y catorce años. 

Los lugares de origen de estos niños eran Hungría, Grecia, Albania, Rumanía, Bulgaria etc. Tras su "reclutamiento" eran forzados a convertirse al Islam antes de ser entrenados como soldados jenízaros. El adiestramiento que se daba a estos niños, especialmente en el terreno cultural , se demostró tan eficaz que durante siglos fueron el azote de Occidente y guardia pretoriana del sultán otomano al que, como esclavos, pertenecían en propiedad. 

Esa forma de reclutamiento tenía una doble ventaja: debilitaba las poblaciones occidentales y daba al soberano turco hombres que no reconocían a nadie más que a él, a quien estaban consagrados en cuerpo y alma. Existe una película búlgara que relata este hecho, “Time of violence” cuyo titulo original es Време разделно y está basada en una novela homónima del búlgaro Anton Donchev, escrita en 1964; la película se estrenó en 1988. 



Puede parecernos sorprendente que con las suficientes dosis de educación manipulada un niño pueda ser trasformado hasta el punto de convertirse en el principal y peor enemigo de la tierra, las gentes y la civilización que le vieron nacer, pero así ocurrió y así ocurre hoy en día. No, no me he vuelto loco, sé que los jenízaros terminaron su existencia en 1826. 

Porque hoy día, en nuestras calles, podemos ver a los nuevos jenízaros. Han cambiado su atuendo pero poco más. Usan rastas, camisetas del Che, pañuelos palestinos y todo tipo de abalorios antisistema, que en lo que se refiere al lucrativo negocio del merchandaising, estos anti consumistas están a la última. Y al igual que sus antecesores han sido criados y educados no sólo para olvidar sus orígenes sino para odiarlos hasta convertirse en la infantería de choque contra todo aquello que un día nos hizo grandes, contra todo lo que supone nuestras señas de identidad. 

La labor empieza en los colegios, se intensifica en los institutos y culmina en unas universidades cada día mas politizadas y monopolizadas por la extrema izquierda. Se les ha enseñado, entre otras muchas cosas, que el sexo y las drogas son sólo una forma de ocio sin consecuencias. Se les explica que cualquier forma de disciplina es fascismo, que el esfuerzo es sinónimo de explotación, que las fronteras no deberían existir o que la familia tradicional es sólo una institución represiva que no sirve más que para perpetuar principios retrógrados. 

Por supuesto se ha omitido en su educación cualquier pasaje histórico que pudiera ensalzar sentimientos tan negativos como el patriotismo, el honor o la importancia de la palabra dada. Se les ha contado que la esclavitud ha sido culpa del hombre blanco (y sólo del hombre blanco), se les ha dicho que la pobreza y las guerras han sido directa o indirectamente causadas por Occidente y se les ha inculcado que deben respetar, aceptar y asimilar las costumbres de los otros pueblos. Pero se les ha olvidado enseñarles a respetar y conservar sus propias tradiciones y costumbres. 

Es descorazonador ver a una parte de nuestra juventud secuestrada intelectualmente por el sistema de enseñanza, los medios de comunicación y el cine. Es descorazonador ver cómo son adiestrados para comportarse como perros rabiosos ante lo que en una sociedad saludable deberían haber sido sus señas de identidad. No olvidemos que una civilización se sostiene sobre una serie de principios y costumbres compartidos, estos principios y tradiciones permiten a los hombres identificarse como parte de un grupo humano y encontrar su sitio en el mundo. Cuando permitimos que a nuestro hijos les roben esos cimientos les dejamos culturalmente huérfanos y sin identidad.

Estos nuevos jenízaros aplauden la llegada de cualquier costumbre foránea, abrazándola con alegría. Ellas, muy feministas, aprenderán la danza del vientre sin que parezca importar que sea una danza sólo para mujeres y creada para solaz y regocijo de los hombres. Ellos correrán a comprarse pantalones al estilo turco. Y todos y todas, felices, comerán en un doner kebab, a pesar de la cruel forma de sacrificio animal que marca el rito musulmán, algo que no parece molestar a nuestros jóvenes antitaurinos. Y la sobremesa la harán fumando una pipa de agua tirados en algún parque mientras escuchan a un percusionista subsahariano. ¡Qué más se le puede pedir a la vida! 

Identidad, según la Real Academia de la Lengua Española es el "conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás". 

Si nos roban nuestra identidad nos lo quitan todo, porque un hombre sin raíces no puede dar fruto.