viernes, 21 de octubre de 2011

La guerra ideológica


Una frase se ha ido repitiendo en los últimos años como si se tratara de una letanía o un mantra de la nueva era: "la ideología ha muerto". Junto con otras ideas fuerza, como la de "todos los políticos son iguales", estos mensajes han envenenado a la sociedad hasta el punto en que parece que toda discusión ideológica no tiene sentido, ignorando que siempre fueron las ideas las que cambiaron al mundo.

Por supuesto yo no creo que las ideologías hayan muerto, pero sí creo que la situación actual es premeditadamente confusa, y me dispongo a hacer un intento por desenmarañar la entelequia en la que nos hallamos inmersos, de forma que nos ayude a definir lo más nítidamente posible la línea del frente dialéctico e ideológico en el que, a día de hoy, se encuentra la batalla ideológica.

Quizá deberíamos empezar por definir qué es una ideología.

La Real Academia Española nos dice que es un “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona”. Ciertamente es una definición más que aceptable aunque se queda un poco corta para mi gusto, pues mi concepto de ideología es más amplio, más cercano al concepto de “Weltanschauung” creado por el filósofo Wilhelm Dilthey. Este termino en español se ha traducido como “cosmovisión” y, efectivamente, creo que una ideología es una visión completa que abarca desde la interpretación de la Historia al Arte, pasando por la economía, las estructuras sociales, el funcionamiento de las instituciones, la moral etc. En definitiva, una visión completa del mundo desde un ángulo determinado en el que se sitúa el espectador, un marco interpretativo a partir del cual elaborar doctrinas intelectuales y éticas.

En este momento habrá quien piense, bien, perfecto, entiendo lo que para ti supone una ideología y todo ese rollo de una visión completa del mundo, pero... en ese caso los que afirman que la ideología ha muerto tienen razón, pues cuando veo el panorama político de la España actual no existen dos visiones del mundo enfrentadas. Es más, parece que sus diferencias son cada día más pequeñas y se reducen a matices, que si el impuesto de patrimonio sí o no y cuestiones similares. En fin, que de visiones del mundo enfrentadas no hay ni rastro y cuando uno mira la actualidad política en el resto de Occidente se encuentra la misma e idéntica situación.

A quien esto alegue no le faltara razón, no existe un enfrentamiento ideológico entre el PP y el PSOE en España, o si lo preferimos, no existe ningún enfrentamiento entre la visión del mundo que tienen los socialdemócratas y los neoliberales.

Sus diferencias son de matiz, de mera gestión y aplicación práctica de una misma ideología, de una misma visión del mundo. La mejor prueba de que esto es cierto es que en las nutridas filas de los grandes partidos hay una clamorosa ausencia de ideólogos. ¿Alguien conoce a los principales ideólogos del PP y del PSOE? No, sencillamente ni están ni se les espera. ¿Para qué iban a necesitar ideólogos cuando no existe una pugna ideológica entre ambos? Tienen publicistas, jefes de campaña, expertos en comunicación, asesores de imagen... al fin y al cabo es en ese terreno de los mass media donde juegan su partida y no en el campo de las ideas.

Esperar encontrar ideólogos en sus filas sería tan ingenuo como esperar encontrarlos entre los equipos de la Coca Cola y de la Pepsi.

Es un error buscar un enfrentamiento ideológico entre la izquierda y la derecha, por la sencilla razón de que ambas se encuentran jugando en el mismo lado de la cancha desde hace mucho tiempo. Ambas comparten una visión del mundo y esa visión es un mundo globalizado donde el internacionalismo marxista y el sueño de un planeta como mercado único y sin aranceles se dan la mano.

El nuevo engendro, poco a poco y paso a paso, fue limando las principales diferencias que existían entre izquierda y derecha. La izquierda, corrompida por sus ansias de poder, renunció a sus tesis económicas y así, por ejemplo, no quedó ni un partido socialdemócrata que defendiera la existencia de una banca publica. Mientras, la derecha, corrompida por el dinero, renunció a defender los principios de orden moral y social que en otro tiempo le fueron propios, a cambio de que les dejaran disfrutar de las mieles de un mercado global en una economía draconianamente capitalista y hegemónica.

Esa nueva visión del mundo ha terminado acaparando el poder en la sociedad occidental, y así "los mercados", esa entidad difusa, dictan las decisiones a tomar por unos gobiernos cada vez más débiles, comportándose como auténticos dictadores en la sombra. Mientras, el marxismo cultural o la dictadura de lo políticamente correcto ha demostrado no tener rival en cuanto al diseño ético y moral de la nueva sociedad.

Veamos un par de ejemplos de esto:

François Mitterand fue elegido Presidente de Francia en 1981 con un programa realmente socialista que incluía la nacionalización de industrias básicas. Sin embargo, en 1983, los socialistas franceses abandonaron la idea de que pudiera haber “socialismo en un solo país”. En cambio, abrazaron la ilusión de la “Europa social”, una ilusión que fue desapareciendo a medida que la Unión Europea se fue desplazando hacia donde señalaban los gurús de los mercados. Los partidos socialistas europeos han apoyado enérgicamente todos los tratados de la UE, comenzando por el Tratado de Maastricht de 1992 que ha encorsetado a los países miembros en la más radical política económica neoliberal, unos acuerdos y mercados en los que los países firmantes han perdido la soberanía nacional necesaria para salir, aunque lo desearan, de la senda marcada por el capitalismo más deshumanizado.

Por otro lado encontramos ayuntamientos como el de Madrid, gobernados por la derecha durante años, que financian anualmente con extraordinaria generosidad las fiestas del “orgullo gay” sin preocuparse de que pueda ofender o no a alguien, mientras que cada Navidad coloca un alumbrado que evita a toda costa hacer alusión a cualquier motivo religioso para no ofender a aquellos que no compartan las creencias católicas. Madrid no es ni mucho menos una excepción: los concejales del ayuntamiento de Oxford han anunciado que van a referirse a la Navidad como “Festival Luminoso de Invierno”, y un responsable del Ayuntamiento de Sevilla prefirió denominarlo como “alumbrado del Solsticio de Invierno”, en lugar de alumbrado de Navidad. Eso sí, nadie pone trabas al consumismo desbocado que año tras año acompaña a estas fiestas.

Bienvenidos al Nuevo Orden Mundial. Ya no diremos ¡Feliz Navidad! Diremos ¡Felices compras! Una vez más consumismo neoliberal y marxismo cultural se abrazan en perfecta armonía.

Pocas estructuras se mantienen en pie frente al avance de esa colosal bestia que ha nacido de la hibridación del marxismo cultural y de la voracidad sin límites del capitalismo más ruin. Sin duda la existencia de las Naciones Estado y de los sentimientos nacionales siguen siendo una molesta china en el zapato de los partidarios del proceso de creación del mercado único global. Por otro lado, los pilares de la civilización occidental que descienden de la antigua Grecia y la imperial Roma dan soporte a los principios éticos y morales que, pese a todo, aún empapan en buena medida el tejido de nuestra sociedad y se oponen al marxismo cultural.

De esta forma la defensa de las Naciones Estado, contra a la unión ofrecida por los mercados, es donde se encuentra la trinchera ideológica, es donde encontramos realmente dos concepciones del mundo enfrentadas.

Es en la defensa de Occidente y de la identidad de las naciones que lo componen donde se está produciendo la verdadera batalla de las ideas, con dos bandos claramente diferenciados, con dos visiones del mundo irremisiblemente enfrentadas. Una intenta terminar con la civilización occidental y la identidad de las naciones que la componen mientras la otra intenta salvarla in extremis.

En este enfrentamiento la inmigración está jugando un papel primordial.

Los defensores del nuevo orden que intenta implantarse pensaron “Si Occidente ofrece una fuerte resistencia a cambiar, lo mejor que podemos hacer es terminar con Occidente”. Y en esto la inmigración es una herramienta de ingeniería social insustituible; hay que promover el mestizaje y la multiculturalidad como forma de acabar con una sociedad que tiene el mal gusto de rechazar y resistirse a los principios económicos de los neoliberales y a los principios éticos del marxismo cultural.

Ahora que hemos delimitado cuál es la línea de frente en donde sé está llevando a cabo la batalla ideológica, puede que haya algunas cuestiones que empiecen a parecerle menos incomprensibles.

¿Alguna vez se ha hecho usted alguna de estas preguntas?

¿Cómo es posible que el feminismo occidental guarde un vergonzoso silencio frente al uso del velo, como signo externo de sumisión al hombre, en las calles de nuestras ciudades?

¿Cómo es posible la tolerancia del colectivo homosexual frente a la homofobia declarada del Islam?

¿Por qué guardan silencio los sindicatos frente a la llegada masiva de mano de obra inmigrante que destruye el mercado laboral?

¿Por qué la derecha, que dice defender la familia, no toma medidas que estimulen y protejan la natalidad de los europeos?

¿Por qué la derecha, votada por la mayor parte de los pequeños comerciantes, firma acuerdos comerciales que los harán desaparecer fagocitados por las cadenas de grandes superficies, por las franquicias multinacionales, y por los comercios chinos?

Muy sencillo, el feminismo radical, el colectivo homosexual, los sindicatos, las multinacionales dueñas de las grandes superficies y las oenegés financiadas con dinero público etc juegan en el mismo equipo y no se ponen la zancadilla entre ellas. Su verdadero objetivo es la destrucción ética, moral y económica de Occidente.

La defensa de Occidente o su destrucción. Esas son las visiones del mundo enfrentadas, ese es el único y verdadero debate ideológico abierto a día de hoy. Las diferencias entre izquierda y derecha no son más que una maniobra de distracción, una representación teatral en la que el ciudadano, deslumbrado por la puesta en escena de los publicistas, no es consciente de que la escena final de la comedia es el fin de su mundo tal y como lo ha conocido.

Ahora usted decide si seguir sentado a la espera del final de la obra o, por el contrario, ocupa un puesto allí donde los patriotas occidentales luchan por preservar su identidad frente al Nuevo Orden Mundial.

lunes, 10 de octubre de 2011

El desembarco, de Jean Raspail


Hoy me siento una vez más frente al ordenador para hablar de uno de los libros que han pasado por mis manos, e inevitablemente de su autor, todo un personaje al que créanme merece la pena conocer un poco mejor.

El libro, como bien anuncia el título de la entrada, es "El Desembarco" y su autor Jean Raspail.

Jean Raspail es francés, nacido el 05 de julio 1925 en Chemillé-sur-Dême, Indre-et-Loire. Con 35 novelas editadas Su faceta más conocida es la de escritor, pero para conocer y entender al personaje creo imprescindible conocer también su faceta de viajero y explorador.

En esta doble faceta de escritor y explorador, Jean Raspail siempre se mostró como un defensor del arraigo de cada pueblo a su propia cultura, por ejemplo con pueblos indios de América por los que siente una gran estima, fruto de la cual nacieron libros como "Diario de un piel roja" en el que refleja sus viajes por las reservas indias de los Estados Unidos y que dedicó a la princesa Nowadona de la tribu de los Shnnecoks.


El que Jean Raspail defendiera y admirara el arraigo de distintos pueblos a sus respectivas culturas nunca pareció molestar a nadie hasta que el señor Raspail decidió que su propio pueblo, el francés, y por extensión todos los pueblos europeos merecían la misma consideración y el mismo arraigo.

Es entonces cuando una tormenta de críticas y ataques se desencadena sobre él llegando incluso a ser denunciado por la Liga Internacional contra el racismo y el antisemitismo por un artículo publicado en el diario “Le Figaro” el 17 de junio 2004, titulado "La patria traicionada por la República", que se encuentra íntegramente reproducido al final de esta entrada.

En el año 2000 fue candidato a la Academia Francesa pero, como era previsible, no obtuvo los votos suficientes para ocupar el puesto vacante. Lejos quedaron los tiempos en que en 1970 la Academia Francesa concedió a Raspail un premio por el conjunto de su obra.

¿Qué ocurrió entre el reconocimiento a su obra por parte de la academia francesa en 1970 y su rechazo a que formara parte de la misma en el año 2000?

Posiblemente hayan influido muchas cosas, pero sin duda la incorrección política de “El desembarco”, editado por primera vez en 1973, ha sido una de ellas.

“El desembarco” es una novela difícil de catalogar. Especula sobre el desarrollo de futuros acontecimientos que en 1973 resultaban inverosímiles y que a día de hoy podemos afirmar que han resultado proféticos. Si estuviéramos en 1973 la definiría como sociología-ficción; a día de hoy creo que es una mordaz y acertada critica social.

La novela nos narra un acontecimiento inesperado, la llegada de una gran flota de desheredados del tercer mundo a las costas de Francia, que cambiara la realidad de Europa. O dicho de otra forma, que provocará su desaparición tal y como hoy la entendemos y conocemos. Lógicamente, la llegada de esta flota procedente de la India es una excusa, un hilo conductor, que da pie a un análisis muy interesante, y a mi juicio acertado, de la sociedad occidental frente al fenómeno de la inmigración masiva.

A través de los personajes y sus reacciones asistimos a una disección de la sociedad francesa. Desde el ciudadano medio a la Iglesia pasando por la clase política, periodistas etc. Una completa radiografía de una civilización, la occidental, que se encamina a pasos acelerados al suicidio colectivo.

Se han vendido más de 500.000 ejemplares de esta obra en todo el mundo. Su título inicial fue "El campamento de los santos ", título inspirado en una cita del Apocalipsis, Canto XX, que queda reproducida al final del artículo "La patria traicionada por la república".

La patria traicionada por la República

He dado vueltas en torno al mismo tema como un perro amaestrado en torno a un paquete con trampa. Es difícil tratarlo de forma directa sin que os estalle en la cara. Se corre peligro de muerte civil. Se trata sin embargo de la pregunta fundamental. He tenido mis dudas. Sobre todo porque en 1973, al publicar El Campamento de los Santos ya he contado todo sobre el asunto. No tengo gran cosa que añadir, salvo que creo que el guiso ya está preparado.

Porque estoy convencido de que nuestro destino como franceses está sellado, porque «En mi casa están en su casa» (Mitterrand), en el seno de «una Europa cuyas raíces son tan musulmanas como cristianas» (Chirac), porque la situación es irreversible hasta el cambio definitivo de los años 2050, cuando los franceses de origen constituyan solamente la mitad (la más avejentada) de la población del país, estando compuesto el resto por africanos, magrebíes o negros y por asiáticos de todas partes originarios de la reserva inextinguible del tercer mundo, con el Islam, integristas y djihadistas incluidos, como elemento dominante, y esto no habrá hecho más que empezar.

No sólo Francia está involucrada, toda Europa camina hacia la muerte. No faltan las advertencias – informes de la ONU (que se alegra de ello), trabajos incontestables en especial de los demógrafos Jean-Claude Chesnais y Jacques Dupâquier –, pero son sistemáticamente ocultados y la Oficina de Estadística juega a la desinformación.

El silencio casi sepulcral de los medios de comunicación, de los gobiernos y de las instituciones comunitarias sobre la quiebra demográfica de la Europa de los Quince es uno de los fenómenos más importantes de nuestra época. Cuando se produce un nacimiento en mi familia o en casa de unos amigos, no puedo contemplar este bebé sin inquietarme por lo que le está preparando la incuria de los gobernantes y a lo que deberá hacer frente en su fase adulta...

Hay que tener en cuenta que los franceses de origen, aporreados por el tam-tam incesante de los derechos humanos, de la « acogida al distinto», del «compartir» tan grato a nuestros obispos, etc., encuadrados por todo un arsenal represivo de leyes supuestamente «antirracistas», condicionadas desde la primera infancia al « mestizaje» cultural, al comportamiento de los imperativos de la «Francia plural» y a todas las derivas de la antigua caridad cristiana, no tendrán otra salida que bajar los brazos y fundirse sin rechistar al nuevo molde de “ciudadano” francés.

De todas formas no hay que desesperarse del todo. Sin duda subsistirán lo que en etnología se denominan solitarios, fuertes minorías, quizá una quincena de millones de franceses y no necesariamente todos de raza blanca que aún hablarán nuestro idioma correctamente y que se obstinaran en permanecer fieles a nuestra cultura y nuestra historia tal como nos han sido transmitidas de generación en generación. Esto no les resultará fácil.

Etapa frente a las distintas “comunidades” que comienzan a formarse desde hoy bajo el lema de la integración (o mejor dicho, somos nosotros los que nos estamos integrando al “distinto” y no al revés) y que en 2050 estarán definitiva y sin duda institucionalmente establecidas, se tratará de organizar de alguna forma una comunidad francesa para preservar la continuidad. Esta se basará en las familias, su natalidad, su endogamia de supervivencia, sus colegios, sus redes paralelas de solidaridad, quizá incluso en sus zonas geográficas, sus porciones de territorio, sus barrios, sus plazas de seguridad y, por qué no, su fe cristiana, y con un poco de suerte católica, si este cimiento consigue sostenerse.

Esto no gustará. El choque se producirá tarde o temprano. Algo como la eliminación de los kulaks por medios legales apropiados. ¿Y después?

Acto seguido Francia solo estará poblada por ermitaños de todo tipo de procedencias que vivirán en conchas abandonadas por los representantes de una especie extinguida para siempre que se llamaba la especie francesa, y que en absoluto recordara a la que, debido a no se sabe qué extraña metamorfosis genética, se había apoderado de su nombre. El proceso ya ha comenzado.

Existe otra segunda posibilidad de la que no podría hablar más que en privado y que necesitaría que consultase con mi abogado, consistiría en que los islotes resistiesen hasta emprender una especie de Reconquista sin duda diferente a la española pero que se inspire en sus mismas causas. Sobre este tema esta por escribir una peligrosa novela. No soy yo quien se encargará de escribirla, ya he hecho bastante. Su autor probablemente aún no ha nacido, pero este libro verá la luz en un momento dado, de ello estoy seguro.

Lo que no llego a comprender y que me sume en un estado de perplejidad, es cómo y por qué tantos franceses informados y tantos políticos coinciden de forma metódica, contumaz, no me atrevo a decir que cínica, a la inmolación de cierta Francia (evitemos el calificativo de eterna que revuelve las buenas consciencias) en el altar del humanismo utópico exacerbado.

Me planteo la misma pregunta a propósito de todas esas omnipresentes asociaciones de derecho a esto y a aquello, y de todas esas ligas, esas sociedades de pensamiento, esas oficinas subvencionadas, esas redes de manipuladores infiltrados en todos los engranajes del estado (educación, magistratura, partidos políticos, sindicatos, etc.), esos incontables demandantes, esos medios de comunicación correctamente consensuales y todos esos « inteligentes» que día tras día inoculan impunemente su sustancia anestesiante en el organismo aún sano de la nación francesa.

Incluso si soy capaz, como mucho, de concederles algo de sinceridad, me cuesta admitir que se trata de mis compatriotas. Se percibe en mi imaginación la palabra renegado, pero existe otra explicación: confunden Francia con la República. Los «valores republicanos» se declinan en infinitivo, lo sabemos hasta la saciedad, pero nunca hacen referencia a Francia. Sin embargo Francia es ante todo una patria carnal. Por el contrario, la República, que no es más que una forma de gobierno, es para ellos sinónimo de ideología, ideología con una gran « I», la ideología en mayúscula. Tengo la sensación de que traicionan, en cierto modo, la primera por la segunda.

Entre la marea de referencias que acumulo en gruesos expedientes de apoyo de esta tesis, he aquí que bajo una apariencia inocente aclara en gran medida la extensión de los daños. Está tomada de un discurso de Laurent Fabius al congreso socialista de Dijon, el 17 de mayo de 2003: «Cuando la Mariana (figura femenina símbolo de la república francesa) de nuestros ayuntamientos adopte el bello rostro de una joven francesa procedente de la inmigración, ese día Francia habrá dado un paso en la dirección de hacer vivir plenamente los valores de la República...»

Ya que hemos empezado con las citas, he aquí dos, para concluir: « No existen bombas atómicas en el mundo para detener la marea formada por los millones de seres humanos que un día partirán de la parte meridional y pobre del mundo, para irrumpir en los espacios relativamente abiertos del rico hemisferio septentrional, en búsqueda de supervivencia. » (Presidente de Argelia Bumedian, (Mohammed Bujarruba Bumedian) Militar y político argelino marzo de 1974.)

En el mismo discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1974, el Presidente argelino dijo también: "Un día millones de hombres dejarán el hemisferio sur para ir al hemisferio norte. Y no irán allá como amigos, porque irán para conquistarlo. Y lo conquistarán con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria".

Y esta otra, tomada del Canto XX del Apocalipsis: «La era de los mil años se acaba. He aquí que salen las naciones que están en los cuatro rincones de la tierra y que igualan en número a la arena del mar. Saldrán de expedición sobre la superficie de la tierra, irrumpirán en el campamento de los santos y en la ciudad bien amada.»

Jean Raspail. (Le Figaro)

Para terminar permítanme que les obsequie con una breve cita de “El desembarco” que espero que les anime a comprar y leer esta magnífica obra:

"Día tras día, mes tras mes, al ir expresando sus dudas, el orden se tornaba, pues, en una forma de fascismo; la enseñanza, una coacción; el trabajo, una alienación; la revolución, un deporte gratuito; el ocio, un privilegio de clase; la marihuana, un vulgar tabaco; la familia, un ahogadero; el consumo, una opresión; el éxito, una enfermedad vergonzosa; el sexo, un ocio sin consecuencias; la juventud, un tribunal permanente; la madurez, una forma nueva de senilidad; la disciplina, un atentado a la personalidad humana; la religión cristiana... y Occidente... y la piel blanca... Boris Vilsberg buscaba, Boris Vilsberg dudaba, a su alrededor se acumulaban los escombros de un viejo país.”

lunes, 3 de octubre de 2011

Discriminación positiva


Son tiempos difíciles estos en los que nos ha tocado vivir. Y no lo digo sólo por la crisis económica, lo digo principalmente por otra crisis más pertinaz, más profunda y seguramente de más difícil solución. Hablo de una crisis de valores y principios en la que está inmersa la actual sociedad española.

Muchos son los principios morales que creímos que perdurarían en el tiempo y lamentablemente nos equivocamos. Podríamos hablar de la familia, de la excelencia, de la cultura del esfuerzo... la lista lamentablemente es muy larga y sin duda uno de los principios que creíamos indiscutibles era la igualdad de los españoles ante la ley y la igualdad de oportunidades.

Tan indiscutible y razonable nos parecía que los cambios encontraron a una sociedad civil desprevenida. La sociedad civil no estaba preparada para actuar en su defensa frente a la acción de esa apisonadora ideológica que unos han definido como marxismo cultural y otros como la dictadura de lo políticamente correcto.

Muchos son los medios utilizados, incluyendo la manipulación del lenguaje. Cuando estudiábamos, al menos para aquellos que lo hicimos antes de la LOGSE, la discriminación ante la ley de los españoles nunca estaba justificada, nunca era aceptable. Por suerte ese ministerio que recibe el orwelliano nombre de Ministerio de Igualdad vino a descubrirnos que existía la discriminación positiva.

Tal es el poder mediático de esta dictadura de lo políticamente correcto que han conseguido que aquellos que se oponen a sus dogmas sean tratados como auténticos herejes. Y sí, he dicho herejes, porque la nueva moral que se está imponiendo está cuajada de auténticos dogmas de fe. No importa cuántos argumentos esgrimamos en contra, ni cuantos datos podamos aportar, sólo oponerse es motivo suficiente para merecer su descalificación.

La Real Academia Española define el término "invertir" como "Cambiar, sustituyéndolos por sus contrarios, la posición, el orden o el sentido de las cosas”. Y esto es exactamente lo que se está haciendo ante nuestros ojos, hasta tal punto que todos hemos terminado asumiendo el término discriminación positiva pese a ser un auténtico oxímoron desde un punto de vista gramatical y una aberración desde un punto de vista ideológico o moral.

Esta aberración ha terminado colándose en nuestras vidas diarias a través de la prensa, de los telediarios y de la verborrea política, hasta conseguir incluirla en nuestro lenguaje coloquial y, lo que es peor, por terminar abriéndose camino en nuestro panorama jurídico.

Cierto es que siempre han existido desigualdades con respecto a las oportunidades y derechos, pero también es cierto que, al menos en el plano moral y de las ideas, éstas se consideraban negativas y cualquier político que no quisiera suicidarse ante la opinión pública defendía que las desigualdades debían eliminarse o al menos mitigarse en la medida de lo posible. Ningún político en su sano juicio se habría atrevido a defender la desigualdad de oportunidades. Ahora, sin embargo, hay desigualdades que han sido aceptadas por la sociedad con una naturalidad vergonzosa.

Veamos algunos ejemplos.

Hemos asumido que es normal que los mismos ejecutivos que se firman a sí mismos contratos blindados que les garantizan indemnizaciones millonarias en caso de ser despedidos, pidan una y otra vez sin el menor pudor la flexibilización del mercado laboral, eufemismo que no significa otra cosa que la petición de poder despedir por menos dinero a sus empleados.

¿Ha escuchado usted a algún sindicato defender la prohibición de dichos contratos, o de lo contrario que se apliquen a la totalidad de la plantilla? No, porque esta desigualdad tiene las bendiciones del sistema.

Hemos asumido como normal que los futbolistas de primera división, esos trabajadores de lujo que cobran millones de euros al año, tengan sus puestos de trabajo protegidos frente a la mano de obra inmigrante con una normativa que limita la contratación de futbolistas extracomunitarios. Y sin embargo, si un padre de familia que se dedica a la hostelería y que a duras penas llega a fin de mes solicita algo similar para su sector será tachado de fascista y un xenófobo.

¿Ha escuchado usted alguna vez a algún progre pedir el mismo nivel de protección para el resto de trabajadores? No, esta desigualdad tiene las bendiciones del sistema.

Hemos asumido como normal que el sindicato de pilotos de la compañía IBERIA firme un convenio colectivo en el que la empresa se compromete a no contratar pilotos extranjeros mientras los sindicatos mayoritarios, muy de izquierdas ellos, renuncian a algo similar para el personal de tierra que carga los equipajes en los aviones. De hecho seguimos viéndoles detrás de las pancartas que reclaman papeles para todos.

¿Ha escuchado usted a los sindicatos mayoritarios reclamar lo mismo para el resto de personal de tierra? No, los sindicalistas españoles asumen que en España existen trabajadores de primera y trabajadores de segunda y los de segunda son representados por ellos asumiendo con deportividad que no tienen los mismos derechos.

Hemos asumido como algo normal que las mayores fortunas sean las que menos impuestos paguen a través de las SICAV y que demás la izquierda nos maree y nos tome el pelo con el ridículo impuesto de patrimonio. Si realmente desearan que los ricos paguen, no digo más sino simplemente lo que les corresponde, que terminen con los paraísos fiscales que han habilitado para ellos.

¿Ha escuchado usted alguna vez al PP o al PSOE pedir la eliminación de los paraísos fiscales de las grandes fortunas? No, lógicamente, cómo van a pedirlo si son ellos los que crearon dichos paraísos.

Hemos asumido como algo normal que los mismos políticos que dicen defender la enseñanza pública manden a sus hijos a prestigiosas escuelas privadas, y que los mismos políticos nacionalistas que imponen la inmersión lingüística la eviten para sus hijos.

Siempre he creído en la meritocracia y en la igualdad de oportunidades, siempre he soñado una sociedad en la que los mejores ocupaban los puestos de responsabilidad, no sólo por que tuvieran derecho a ello sino por que además tenían la obligación de ejercer un liderazgo del que sus conciudadanos pudiéramos beneficiarnos. Una sociedad en la que los mejores no son los que reciben mayores prebendas sino los que asumen mayores obligaciones.

Pero contra toda lógica hemos dado carta de moralidad a un mundo en el que un hijo de Obama o de algún prestigioso jurista o senador afroamericano tendrá prioridad para acceder a la universidad frente al hijo de un cajero de supermercado criado en un parque de caravanas, siempre y cuando éste sea blanco y a pesar de que sus calificaciones y méritos puedan ser superiores

A esto es lo llaman ¡discriminación positiva!

Sin duda la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades y la ausencia de discriminación, para todos los españoles, es una causa por la que merece la pena luchar.