Un día mas echo un vistazo a la prensa y compruebo con desolación y hastío que la crisis económica sigue ocupando buena parte de la actualidad informativa. No sé si me he despertado más perezoso de lo normal, pero lo cierto es que hoy, más que la lógica alarma y preocupación, me ha invadido una especie de nausea de asco, íntimo e incontrolable.
Mañana prometo ser de nuevo un ciudadano responsable y preocuparme por la actualidad económica como todo hijo de vecino, pero hoy estoy cansado. Cansado de leer sesudos análisis para explicar los porqués de la crisis, porque tengo la certeza de que cuanto más complejos son estos análisis más mentiras esconden.
Lo que ha pasado se resume con un puñado de palabras y un par de conceptos bien sencillos: los grandes Bancos en connivencia con los Estados nos han estado prestando un dinero que no tenían para comprar cosas que no necesitábamos, incrementando sus fortunas con una estafa piramidal que, a pesar de mover miles de millones, no producía nada. ¿Sencillo verdad?
Siempre he sentido un gran respeto por los empresarios, hombres con iniciativa capaces de levantar de la nada imperios industriales que ciertamente los enriquecían, pero que generaban a su vez miles de puestos de trabajo y grandes ingresos para sus Estados en concepto de impuestos. Hombres que se sentían orgullosos de sus creaciones y que cualquiera sabía cuál era su actividad económica ¿Henry Ford? ¡Ah, sí, el de los coches! ¿Ramón Areces? ¡Sí hombre, el del Corte Inglés!... Cada vez quedan menos de estos hombres.
Será por pura ignorancia, pero siento un recelo irrefrenable ante todo aquel que necesite más de diez palabras para explicar a qué se dedica: soy armador de barcos, construyo componentes para aviones... Sencillo ¿verdad?.
Pues no lo debe ser tanto, porque nuestras ciudades se han visto cuajadas de una legión de tipos perfectamente trajeados que operan en lo que denominan “mercado financiero” y que comparten tres cosas básicas: un aspecto impoluto, que nunca han fabricado ni un tornillo y que necesitarían toda una conferencia completa para explicar a un no iniciado a qué se dedican.
Estos personajes son los reyes del mambo. En algún desdichado momento las entidades financieras que nacieron para algo tan sencillo como gestionar los ahorros, asegurar los riesgos y financiar a esas empresas grandes y pequeñas que eran y son la economía real, adquirieron un protagonismo que va contra toda lógica, y la economía real pasó a ser un juguete en sus manos.
Y ahora, presos del pánico, esta piara improductiva, quieren que los humildes ciudadanos paguemos para salvar su antinatural negocio, y la verdad espero que esta crisis que todos sufrimos (nosotros más que los que la causaron) al menos sirva para hundir un sistema que nunca debió existir y que el sufrimiento que se avecina no sea en vano.
Claro que todo esto es solo porque hoy estoy cansado y la astenia primaveral nubla mi entendimiento; mañana prometo leer con avidez las noticias económicas, ser un buen ciudadano y ponerle una vela a la Virgen de los Milagros para que salve a los bancos y a los corredores de bolsa.
Mañana prometo ser de nuevo un ciudadano responsable y preocuparme por la actualidad económica como todo hijo de vecino, pero hoy estoy cansado. Cansado de leer sesudos análisis para explicar los porqués de la crisis, porque tengo la certeza de que cuanto más complejos son estos análisis más mentiras esconden.
Lo que ha pasado se resume con un puñado de palabras y un par de conceptos bien sencillos: los grandes Bancos en connivencia con los Estados nos han estado prestando un dinero que no tenían para comprar cosas que no necesitábamos, incrementando sus fortunas con una estafa piramidal que, a pesar de mover miles de millones, no producía nada. ¿Sencillo verdad?
Siempre he sentido un gran respeto por los empresarios, hombres con iniciativa capaces de levantar de la nada imperios industriales que ciertamente los enriquecían, pero que generaban a su vez miles de puestos de trabajo y grandes ingresos para sus Estados en concepto de impuestos. Hombres que se sentían orgullosos de sus creaciones y que cualquiera sabía cuál era su actividad económica ¿Henry Ford? ¡Ah, sí, el de los coches! ¿Ramón Areces? ¡Sí hombre, el del Corte Inglés!... Cada vez quedan menos de estos hombres.
Será por pura ignorancia, pero siento un recelo irrefrenable ante todo aquel que necesite más de diez palabras para explicar a qué se dedica: soy armador de barcos, construyo componentes para aviones... Sencillo ¿verdad?.
Pues no lo debe ser tanto, porque nuestras ciudades se han visto cuajadas de una legión de tipos perfectamente trajeados que operan en lo que denominan “mercado financiero” y que comparten tres cosas básicas: un aspecto impoluto, que nunca han fabricado ni un tornillo y que necesitarían toda una conferencia completa para explicar a un no iniciado a qué se dedican.
Estos personajes son los reyes del mambo. En algún desdichado momento las entidades financieras que nacieron para algo tan sencillo como gestionar los ahorros, asegurar los riesgos y financiar a esas empresas grandes y pequeñas que eran y son la economía real, adquirieron un protagonismo que va contra toda lógica, y la economía real pasó a ser un juguete en sus manos.
Y ahora, presos del pánico, esta piara improductiva, quieren que los humildes ciudadanos paguemos para salvar su antinatural negocio, y la verdad espero que esta crisis que todos sufrimos (nosotros más que los que la causaron) al menos sirva para hundir un sistema que nunca debió existir y que el sufrimiento que se avecina no sea en vano.
Claro que todo esto es solo porque hoy estoy cansado y la astenia primaveral nubla mi entendimiento; mañana prometo leer con avidez las noticias económicas, ser un buen ciudadano y ponerle una vela a la Virgen de los Milagros para que salve a los bancos y a los corredores de bolsa.
Todo necio confunde valor y precio.
Antonio Machado
Antonio Machado
Winston, no tan solo prestaron para que comprásemos lo que no necesitábamos, sino que prestaron a sabiendas que no se iba a cobrar, porque claro está, los fondos no eran suyos; y si se recibía comisión, porcentaje o bonus por las operaciones, pues bienvenidos sean.
ResponderEliminarFíjate que se habla de corrupción política o privada, pero todavía y es muy sospechoso no se habla de la corrupción financiera, quizás porque fue la norma, la conducta generalizada, es difícil de probar y sobre todo no hay un sujeto activo definido que saque provecho, como sí lo hay en casos de corrupción política, donde los denunciantes creen sacar rédito electoral.
Anonimo esto tiene un nombre y se llama plutocracia, los poderes economicos y financieros manejan a su antojo a gobiernos titeres.
ResponderEliminarTIENE MAS PODER BOTIN QUE ZP.