Durante la celebración de los Juegos Olímpicos antiguos se promulgaba una tregua para permitir a los atletas viajar en condiciones de seguridad desde sus países hasta Olimpia.
La conocida como Paz Olímpica era un periodo en el cual las guerras se suspendían temporalmente con objeto de que los deportistas pudieran desplazarse para participar en los Juegos Olímpicos Antiguos y luego volver a sus ciudades en paz. La ciudad de Olimpia tenía el estatus de territorio o zona neutral, aunque las ciudades se encontraran en guerra.
El 25 de octubre de 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas instó a los Estados Miembros a que observaran la tregua olímpica.
Este espíritu de la paz olímpica, trasladado a la era moderna, ha permitido la aceptación en los Juegos de dictaduras como la cubana o la china, que exhiben impúdicas la simbología propia del comunismo responsable de más de cien millones de muertes. Bien está que sea así pues, en mi opinión, uno de los aciertos de la filosofía olímpica es mantener la política al margen de las competiciones deportivas.
Claro que esta paz olímpica no parece serlo para todos. A nadie parece importarle si los atletas chinos se identifican o no con la ideología de su régimen, permanentemente acusado de crímenes que trasgreden los derechos humanos. Nadie pregunta a los atletas sudafricanos si aprueban las medidas discriminatorias de su gobierno, que dejan al margen de las ayudas públicas a una parte de las personas más pobres de su país por el inaceptable hecho de ser blancas, etc.
Eso sí, parece que resulta intolerable que una atleta griega gastase una broma acerca de la masiva presencia de inmigrantes subsaharianos en su país. Voula Papahrístou escribió en su Facebook "Con tantos africanos en Grecia, al menos los mosquitos del Nilo Occidental serán nutridos de comida casera". Y esto fue motivo suficiente para apartarla de la competición.
Pero el colmo de la paranoia olímpica ha llegado con la atleta alemana Nadja Dyrgalla, integrante del equipo femenino de remo, que decidió poner fin a su participación en los Juegos Olímpicos por las presiones recibidas tras conocerse su relación de pareja con Michael Fischer, ex candidato oficial del Partido Nacional Demócrata de Alemania (NPD) al parlamento del estado Mecklemburgo-Pomerania Occidental.
El Ministerio del Interior de esta región confirmó en una rueda de prensa lo que hasta entonces era solo un rumor que circulaba por internet: “Nadja mantenía contactos con integrantes ultraderechistas”.
En definitiva Nadja ha sido obligada a abandonar las olimpiadas ¡porque mantenía contactos con integrantes ultraderechistas! Este nivel de represión política es difícil de encontrar incluso en las mas férreas dictaduras, pero es que para colmo, el partido al que pertenece el novio de la atleta (el NPD) es un partido legal en Alemania. No creo que nadie pudiera imaginar que en Alemania, España o cualquier país se obligara a una atleta a abandonar unas olimpiadas por mantener una relación sentimental con un destacado miembro del partido comunista.
Estamos ante una vuelta de tuerca más en la persecución política que durante décadas las tolerantes democracias occidentales están ejerciendo sobre los nacionalistas europeos (y sólo contra los nacionalistas europeos).
En estos últimos tiempos hemos visto cómo la Universidad de Cambridge pretende revocar el título (Matrícula de Honor en Derecho) a Nick Griffin, la primera vez en toda la historia de la educación superior británica que la calificación de un ex-alumno ha sido revocada y todo ello por pertenecer a un partido legal, el BNP.
Hemos asistido al encarcelamiento de un librero de Barcelona, el señor Pedro Varela, por la comercialización de libros; libros que no ha escrito y que no están prohibidos.
Por no hablar de los numerosos historiadores encarcelados o de los muchísimos intelectuales condenados al ostracismo.
¿Qué nuevas medidas veremos por parte de estos paladines de la libertad y la tolerancia?
El juramento olímpico reza: “En nombre de todos los competidores, prometo que participaremos en estos Juegos Olímpicos, respetando y ateniéndonos a las reglas que los gobiernan, comprometiéndonos a un deporte sin dopaje y sin drogas, con el espíritu verdadero de la deportividad, por la gloria del deporte y el honor de nuestros equipos”.
Pero no siempre fue así. El juramento prestado por Víctor Boin en 1920 decía “Juramos que tomaremos parte en los Juegos Olímpicos con un espíritu de caballerosidad, por el honor de nuestro país y por la gloria del deporte”.
Es notoria la sustitución de "país" por "equipo", algo en sintonía con unas Olimpiadas en las que cada vez es más cuestionable la pertenencia de los atletas a los países a los que dicen representar, unos países que, en demasiadas ocasiones, parecen meros patrocinadores de un grupo internacional de atletas que seguramente se sentirán más cómodos luchando por el honor de su equipo que por el honor de su país. Algo que, por otro lado y siendo sinceros, en su fuero interno no tienen por qué coincidir.
En este contexto, empieza a ser entendible porqué resulta intolerable la presencia en los juegos de una atleta nacionalista que siente verdadero y sincero amor por su patria y se identifica con su pueblo.
Qué pensaría de todo esto el Barón de Coubertin, inventor del olimpismo moderno y amigo personal de Carl Diem del que dijo que era “un verdadero hombre olímpico. Su actitud hacia la idea olímpica es idéntica a la mía y me alegro de haber encontrado en él a un verdadero amigo”.
Carl Diem fue Secretario General del Comité de Organización de las Olimpiadas de Berlín de 1936 y creador de la ceremonia de relevo de la antorcha olímpica. El 30 de junio de 1936, la antorcha olímpica se encendió por primera vez y viajó desde Olimpia hasta Berlín, con una serie de actos intermedios y celebraciones.
Desde entonces, en todos los Juegos posteriores se ha llevado a cabo la ceremonia de la antorcha, con un desarrollo casi idéntico al inicial, algo que afortunadamente no recuerdan o no desean recordar los organizadores modernos, porque de lo contrario seguramente nos veríamos privados de tan emotivo ceremonial.
En la guerra ideológica que se está manteniendo en Occidente, no hay Paz Olímipica para los nacionalistas europeos.
Buenísimo articulo,como siempre notable la capacidad de tejer y enlazar el analisis con datos culturales.
ResponderEliminarJuan (Forza Nuova)
Si la deportista alemana tuviera un novio negro nacionalizado alemán la hubieran nombrado vicecancillera. DEUTSCHLAND ÜBER ALLES.
ResponderEliminarverdaderamente lo de la deportista alemana mas que asombrar ya es que mete miedo, claro que esa es su intención, meternos miedo.
ResponderEliminarTampoco sorprende ya naturalidad con la que la masa borreguil no solo lo acepta como algo lógico si no que lo aplaude