viernes, 23 de octubre de 2015

CARTA A UN MAESTRO DE LITERATURA



Estimado maestro:

Soy consciente de la dificultad y de la importancia de su tarea como educador de nuestros jóvenes; de hecho, si no lo fuera no estaría ahora mismo sentado frente al ordenador con la sana intención de hacerle reflexionar y, por qué no, de hacerle algún reproche.

El motivo por el que me he decidido a escribirle es una reciente conversación mantenida con uno de sus jóvenes alumnos de cuarto de la E.S.O. En dicha conversación el muchacho en cuestión me explicaba que en su clase estaban estudiando la poesía durante el franquismo y para mi sorpresa me cuenta muy convencido (pues así se lo había enseñado usted en clase) que existían tres categorías: los poetas contrarios al régimen en el exilio, los poetas contrarios al régimen que permanecieron en España y por último los poetas que no desearon involucrarse en política.

Comprenderá usted que mi primera pregunta al joven estudiante no podía ser otra: “¿Y los poetas adeptos al régimen?” La respuesta fue directa: “Eran tan pocos y su calidad tan escasa que no los hemos dado”. Cualquier persona con un mínimo de cultura podrá imaginar mi cara de asombro y, por qué no reconocerlo, de indignación.

Esto, lejos de ser una mera anécdota, es algo extraordinariamente grave pues, o fruto de su ignorancia, o fruto de su intención de manipular, muchos de los mejores escritores españoles del siglo XX han dejado de existir para veinte chavales que seguramente no volverán a dar esa materia. Usted ha conseguido con tan sólo un par de horas de clase garantizarse que sus alumnos alcanzaran la edad adulta con una visión sesgada, retorcida y parcial de la literatura española. ¡¡¡Bravo!!!

Lo más preocupante es que tengo la certeza de que no es usted un caso aislado, un simple mal maestro con el que sus alumnos han tenido la desgracia de topar, sino el representante de toda una generación de manipuladores dedicados a la ingeniería social y política desde las aulas.

Parece increíble que los padres mandemos a la escuela a nuestros hijos para que les enseñen cosas y ustedes, a traición y con alevosía, lo que les enseñan es que Manuel Machado nunca existió. Sí, sí, Manuel Machado, ese poeta del que, precisamente para reivindicar su importancia, Borges dijo aquello de "No sabía que Manuel Machado tuviera un hermano". O a lo mejor usted ni siquiera lo sabe, porque reconozco que tengo una duda: ¿es usted un manipulador consentido y voluntario? ¿O quizá forma parte de la primera generación de maestros fruto de un sistema de enseñanza perverso? Lo desconozco…

Y no sé que es peor, la verdad, si pensar que conoce a poetas como Gerardo Diego, pero ha decidido ocultar su existencia a sus alumnos o por si el contrario, sencillamente, lo desconoce todo sobre ese gran poeta. Pero lo verdaderamente importante es que Gerardo Diego, al que usted incluyó en la categoría de autores que no existieron o que eran tan mediocres que no merece la pena ser estudiados, existió, fue Premio Nacional de Literatura en 1925, miembro desde 1947 de la Real Academia Española y Premio Cervantes en 1979. Un currículo al parecer insuficiente para entrar en su aula.

Y por mucho que le sorprenda hay más, muchos más. Permítame que le refresque la memoria.

Luis Rosales es otro poeta que, según sus clases magistrales, nunca existió o fue tan escasa la calidad de su obra que tampoco merece ser estudiado, pero que sin embargo obtuvo el Premio Cervantes en 1982 por el conjunto de su obra literaria. ¿Lo recuerda? Bueno, pues sus alumnos no, no pueden recordarlo porque usted les ha robado esa parte de su patrimonio cultural.

Del mismo modo que tampoco recordaran ni leerán nunca estos versos:

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al Sol ni al Cielo en mi mortaja;
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.

porque pertenecen a otro de esos poetas que nunca entraron por la puerta del aula en la que usted reina y reescribe la historia. Sí, son versos de Agustín de Foxá, uno de los mejores escritores españoles del siglo XX y que, bien por ignorancia, bien por maldad, usted ha privado a sus alumnos del placer y del derecho a conocerlo.

Como también ha hecho con la saga de poetas de la familia Panero, con José María Pemán y con tantos otros autores que los jóvenes alumnos que han tenido la desgracia de pasar por sus aulas ya no conocerán…

Es usted sin duda un buen sucesor de chequistas como Rafael Alberti. Claro que su tarea no consiste en la tortura y eliminación física de una generación de intelectuales, como le tocó hacer a don Rafael, dado que los hombres a los que usted persigue ya han fallecido y se librará por tanto de la desagradable tarea de mancharse las manos de sangre. No, su trabajo, reconozcámoslo, es mucho más aséptico y cobarde, porque hace falta cierto valor, o al menos estómago, para arrojar al vacío a un enemigo político como hicieron con el intelectual Joaquín Amigo en Ronda. A usted le basta con que eliminar sus nombres de los apuntes de literatura de los desafortunados jóvenes que pasan por su aula.

Como escribiría Andrés Trapiello: "Los que ganaron la guerra perdieron los manuales de literatura".

No hay comentarios:

Publicar un comentario