Hoy he encontrado uno de esos artículos que invitan a pensar. Habla sobre la relación entre arquitectura e ideología, yo personalmente lo haría extensivo a todas las formas de arte y no sólo a la arquitectura, pero sin duda es un artículo muy interesante. Les dejo a continuación un extracto del mismo, no cito al autor pues lo desconozco al no venir tampoco en el original, sólo especifica que se trata de un Subdecano de Arquitectura de la Universidad de Cuenca (Ecuador).
Arquitectura e ideología
El intérprete de las huellas animales, el cazador, sabe si el oso que persigue está tranquilo, fatigado, o inquieto; las huellas del zorro en la nieve, hablan de su hambre o de su miedo; dicen si camina despacio o deprisa; señalan el lugar en que, unos instantes antes, tomó impulso y se lanzó en veloz carrera. Las huellas son una suerte de escritura que habla de nosotros, nos comunica sin palabras. Huellas son las arrugas del rostro, marcado indeleblemente por la emoción, la mueca interna, las inclemencias repetidas infinitamente, que agrietan la superficie de la piel.
La caligrafía es igualmente una huella que conecta la mano y el corazón, entre la mano y el órgano se comunica la emoción. Lo invisible se hace visible. El quiromántico lee las líneas de la palma de la mano para adivinar el pasado, el presente o quizás, incluso, el futuro de una persona; y el grafólogo estudia los rasgos de las letras como huellas vivas, que palpitan, que conservan un remanente de calor; el grado de presión que el escribiente imprime sobre el papel, la forma como ha tachado una letra, la complejidad o la sencillez de su rúbrica.
De igual modo, las huellas arquitectónicas, como las huellas corporales y animales, hablan su lenguaje; dejan signos grávidos, indelebles, en la piedra y la arcilla; labran una verdad de la cual una atenta mirada puede extraer explicaciones y comprender significaciones.
La arquitectura comprendida como huella tiene un sentido diferente; se convierte en otra escritura a ser interpretada como un encadenamiento de múltiples mensajes.
Por ejemplo, los muros de la arquitectura histórica todavía están tibios del contacto con los cuerpos desaparecidos que deambularon insomnes entre ellos; manos que ya no existen, parecen acariciar las columnas; el ladrillo sempiterno recibe la pátina que, sólo, muy lentamente, vuelve a la tierra de la que ha nacido.
Las ideologías que han acariciado el poder han pretendido acallar o encubrir los mensajes de dolor dejados por las huellas de la arquitectura de los excluidos. Esta arquitectura ha sido oída como una voz reducida al silencio, ignorada, pretendiendo tornarla frágil rastro indescifrable, como un texto en blanco que, aparentemente, no dice nada. En cambio, la arquitectura levantada al servicio del poder, se ha presentado como un lenguaje seductor, de imágenes oníricas, para la liberación de las envidias y los deseos frustrados.
Subdecano de Arquitectura de la Universidad de Cuenca.
Una interesante reflexión que comparto plenamente, al leerlo he recordado una cita de Joseph Goebbels "No son los tiempos los que cambian, son los hombres los que cambian los tiempos. Los hombres hacen la historia". Y sin duda a lo largo del tiempo la aparición de esos hombres dispuestos a cambiar la historia y a alumbrar nuevos épocas dio lugar a representaciones artísticas y arquitectónicas que eran el reflejo material del espíritu que invadía la nueva y naciente era.
Como ejemplo de esto podemos observar cómo la incuestionable decadencia, la lujuria y el lujo de la corte del Rey Sol, Luis XIV, tiene un fiel reflejo en su Palacio de Versalles, así como la sobriedad y el ultracatolicismo del reinado de Felipe II se plasma en cada piedra de El Escorial, mezcla de alcázar y convento, la cruz y la espada omnipresentes en aquel periodo de nuestra historia.
Muchos son los estilos arquitectónicos y artísticos que han ido cambiando la faz de Occidente a lo largo de su historia, y en casi todos ellos encontraremos obras dignas de mérito, pero si he de quedarme con alguna diré que mi debilidad son aquellos periodos en que los occidentales bebieron de la antigua Grecia y la imperial Roma. Curiosamente parece que esos hombres capaces de cambiar la Historia, cada vez que estaban a punto de alumbrar una nueva era de florecimiento sentían la necesidad de reencontrar sus raíces en las culturas clásicas, para desde ellas dar un salto cualitativo hacia delante.
Roma bebió de su predecesora Grecia, y el Renacimiento lo hizo de ambas, así como el estilo imperial de la Francia napoleónica o el neoclásico de los Estados Unidos cuando aún era una nación joven e idealista, en la que floreció la actual Washington. Y por qué no, también la Alemania de preguerra donde Albert Speer y Hitler fueron lo suficientemente locos o audaces como para soñar Germania, la que sería la Nueva Roma.
Parece que cada vez que Occidente se ha dispuesto a iniciar un nuevo florecimiento, los hombres que lo protagonizaron y sus respectivas ideologías sintieron la necesidad, al menos en el terreno arquitectónico, de retornar a sus raíces, de beber de sus fuentes primigenias, como si de ellas manara su fuerza... y qué demonios, es muy posible que así sea.
A saber de qué cenagal bebe la arquitectura contemporánea.
Arquitectura e ideología
El intérprete de las huellas animales, el cazador, sabe si el oso que persigue está tranquilo, fatigado, o inquieto; las huellas del zorro en la nieve, hablan de su hambre o de su miedo; dicen si camina despacio o deprisa; señalan el lugar en que, unos instantes antes, tomó impulso y se lanzó en veloz carrera. Las huellas son una suerte de escritura que habla de nosotros, nos comunica sin palabras. Huellas son las arrugas del rostro, marcado indeleblemente por la emoción, la mueca interna, las inclemencias repetidas infinitamente, que agrietan la superficie de la piel.
La caligrafía es igualmente una huella que conecta la mano y el corazón, entre la mano y el órgano se comunica la emoción. Lo invisible se hace visible. El quiromántico lee las líneas de la palma de la mano para adivinar el pasado, el presente o quizás, incluso, el futuro de una persona; y el grafólogo estudia los rasgos de las letras como huellas vivas, que palpitan, que conservan un remanente de calor; el grado de presión que el escribiente imprime sobre el papel, la forma como ha tachado una letra, la complejidad o la sencillez de su rúbrica.
De igual modo, las huellas arquitectónicas, como las huellas corporales y animales, hablan su lenguaje; dejan signos grávidos, indelebles, en la piedra y la arcilla; labran una verdad de la cual una atenta mirada puede extraer explicaciones y comprender significaciones.
La arquitectura comprendida como huella tiene un sentido diferente; se convierte en otra escritura a ser interpretada como un encadenamiento de múltiples mensajes.
Por ejemplo, los muros de la arquitectura histórica todavía están tibios del contacto con los cuerpos desaparecidos que deambularon insomnes entre ellos; manos que ya no existen, parecen acariciar las columnas; el ladrillo sempiterno recibe la pátina que, sólo, muy lentamente, vuelve a la tierra de la que ha nacido.
Las ideologías que han acariciado el poder han pretendido acallar o encubrir los mensajes de dolor dejados por las huellas de la arquitectura de los excluidos. Esta arquitectura ha sido oída como una voz reducida al silencio, ignorada, pretendiendo tornarla frágil rastro indescifrable, como un texto en blanco que, aparentemente, no dice nada. En cambio, la arquitectura levantada al servicio del poder, se ha presentado como un lenguaje seductor, de imágenes oníricas, para la liberación de las envidias y los deseos frustrados.
Subdecano de Arquitectura de la Universidad de Cuenca.
Una interesante reflexión que comparto plenamente, al leerlo he recordado una cita de Joseph Goebbels "No son los tiempos los que cambian, son los hombres los que cambian los tiempos. Los hombres hacen la historia". Y sin duda a lo largo del tiempo la aparición de esos hombres dispuestos a cambiar la historia y a alumbrar nuevos épocas dio lugar a representaciones artísticas y arquitectónicas que eran el reflejo material del espíritu que invadía la nueva y naciente era.
Como ejemplo de esto podemos observar cómo la incuestionable decadencia, la lujuria y el lujo de la corte del Rey Sol, Luis XIV, tiene un fiel reflejo en su Palacio de Versalles, así como la sobriedad y el ultracatolicismo del reinado de Felipe II se plasma en cada piedra de El Escorial, mezcla de alcázar y convento, la cruz y la espada omnipresentes en aquel periodo de nuestra historia.
Muchos son los estilos arquitectónicos y artísticos que han ido cambiando la faz de Occidente a lo largo de su historia, y en casi todos ellos encontraremos obras dignas de mérito, pero si he de quedarme con alguna diré que mi debilidad son aquellos periodos en que los occidentales bebieron de la antigua Grecia y la imperial Roma. Curiosamente parece que esos hombres capaces de cambiar la Historia, cada vez que estaban a punto de alumbrar una nueva era de florecimiento sentían la necesidad de reencontrar sus raíces en las culturas clásicas, para desde ellas dar un salto cualitativo hacia delante.
Video extraído del canal de napo20005 al que agradezco una vez más sus inestimables aportaciones a este blog.
Roma bebió de su predecesora Grecia, y el Renacimiento lo hizo de ambas, así como el estilo imperial de la Francia napoleónica o el neoclásico de los Estados Unidos cuando aún era una nación joven e idealista, en la que floreció la actual Washington. Y por qué no, también la Alemania de preguerra donde Albert Speer y Hitler fueron lo suficientemente locos o audaces como para soñar Germania, la que sería la Nueva Roma.
Parece que cada vez que Occidente se ha dispuesto a iniciar un nuevo florecimiento, los hombres que lo protagonizaron y sus respectivas ideologías sintieron la necesidad, al menos en el terreno arquitectónico, de retornar a sus raíces, de beber de sus fuentes primigenias, como si de ellas manara su fuerza... y qué demonios, es muy posible que así sea.
A saber de qué cenagal bebe la arquitectura contemporánea.
Buen post Winston.
ResponderEliminarLa arquitectura, a mi modo de ver no solo refleja la inspiracion de quienes la construyen, sino que tambien inspiran a los demas al observarlas.
La arquitectura moderna refleja caos, postmodernismo, justamente lo mismo que inspira el modelo social impuesto.
La arquitectura clasica y el arte clasico refleja lo contrario, orden, fortaleza y pureza de estilo.
Uno invita al caos por el caos, el otro marca unas lineas determinadas de solidez .
El arte es fiel reflejo de los valores sociales y culturales del momento, ni que decir tiene que la arquitectura moderna es eso, moderna, psicodelica, pero no transmite confortabilidad.
Iba a poner algo, pero creo que AJ ya ha sido bastante claro. Estoy deacuerdo.
ResponderEliminarBuen post, Winston, como siempre.
Saludos.
Muchas gracias Daorino, me alegra que te haya gustado. Efectivamente estoy de acuerdo contigo en que A.J con su comentario ha expresado perfectamente la idea general. Tengo que reconocer que en muchas ocasiones lo mejor de este blog son los acertados comentarios de algunos de vosotros.
ResponderEliminarSaludos
Pues muchas gracias Winston, lo que si tiene valor es que gente como tu hagais posibles blogs como este empleando vuestro tiempo y voluntad.
ResponderEliminarexelente post, no podria estar mas de acuerdo. Creo que el autor del articulo es el Arq. Carlos Jaramillo Medina
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