Durante la posguerra europea ocurrieron cosas terribles, y una
de ellas fue que los europeos fuimos condenados a la amnesia cultural. Aun
antes de finalizada la guerra comenzó una caza de brujas a una escala sin
precedentes en la historia, cientos de intelectuales fueron perseguidos y miles
de obras fueron condenadas al ostracismo o destruidas junto con sus autores.
Decía Menéndez Pelayo que "Un pueblo viejo no puede
renunciar a la cultura intelectual sin extinguir la parte más noble de su vida
y caer en una segunda infancia, muy próxima a la imbecilidad". No sería
exacto decir que los europeos renunciáramos a una parte de nuestro pasado
cultural, sencillamente nos lo robaron: las fuerzas de ocupación que decían
liberar Europa junto con los marxistas, llevaron a cabo una de las mayores
purgas culturales de la historia de la humanidad e ideas hombres y obras fueron
proscritos. A pesar de ello, si buscamos "purga política" en la
wikipedia, ni siquiera será mencionada, y ni un renglón al respecto aparece en
los libros de nuestros estudiantes... En la conciencia colectiva europea es
algo que sencillamente nunca ocurrió. ¡Bienvenidos al mundo de Orwell! Hoy, una
vez más me propongo rescatar del olvido a uno de esos genios condenados al
ostracismo por la peligrosa incorrección de su pensamiento político.
Hoy me gustaría presentarles a Abel Bonnard. Nació en 1883
en Poitiers y murió en el exilio en 1968 en la ciudad de Madrid. Hijo de Ernest
y Pauline Benielli, Bonnard estudió en el Liceo Thiers en Marsella, luego en el
Liceo Louis-le-Grand en París. Después de haber obtenido una Licenciatura en
Artes, se convirtió en un estudiante de la École du Louvre, y miembro de la
Escuela Francesa de Roma.
Su temprana entrada en el mundo de las letras se produjo por
la puerta grande, cuando en 1906, con tan sólo 22 años, publica su colección de
poemas "Los familiares", obra que fue premiada por la Academia Francesa
con el Gran Premio Nacional de Poesía, Academia de la que llegaría a ser miembro en 1932. Su obra es extensa y abarca poesía, novela, narraciones de viajes,
teatro y por supuesto ensayo político. Bonnard era recibido en los salones
literarios de París como un nuevo Voltaire, su genio indiscutible y su cultura
incomparable hicieron de él "el conferenciante más aplaudido, el huésped
mas buscado por los principales académicos" tal y como recordaba un artículo
del diario ABC del 8 de junio de 1968 publicado con motivo de su fallecimiento.
Muchos son los grandes hombres de la época que expresaron su
admiración por Bonnard: Paul Morand, Robert Brasillach, Ernst Jünger, Arno
Breker... ¿Cuál es el motivo por el que sus obras han desaparecido de los catálogos
literarios, de las estanterías de las bibliotecas, de los libros de texto? ¿Cuál
es el motivo por el que uno de los más grandes escritores en lengua francesa
del siglo XX ha sido literalmente borrado de la historia y siendo sus obras imposibles
de encontrar?
Abbel Bonnard por Arno Breker
La única razón por la que fue perseguido es su incorrección política.
Ya a partir de 1925 Bonnard empieza a ser conocido en los círculos políticos
nacionalistas, su pensamiento político es nacionalista, anti parlamentarista y
antisemita. Firmó diversos manifiestos como el Manifiesto por la defensa de
Occidente y la paz en Europa, un manifiesto de apoyo a Mussolini durante la
invasión de Etiopía y otro de apoyo a Franco tras el bombardeo de Guernica. Más
adelante se unió al Partido Popular francés de Jacques Doriot.
Su principal obra política posiblemente fue “Los moderados”,
editada en 1936. Como muestra del prestigio e influencia del autor entre los intelectuales
de la época, no solo en Francia sino en buena parte de Europa, recordemos que ésta
fue precisamente la última obra leída por Ramiro de Maeztu estando este ya en prisión
y a la espera de su ejecución por parte de las fuerzas republicanas. En el ejemplar
de la obra, Maeztu dejó algunas anotaciones de su puño y letra, una de estas
anotaciones reza así "Los liberales quieren debate porque el combate los excluye".
En esta obra Bonnard hace una crítica acerada de los
moderados. Inspirado también en este libro el periodista José Javier Esparza escribió un brillante artículo en el que decía:
“Así como el equidistante ha sido educado en la convicción
de que todas las convicciones son relativas, el moderadito ha sido moldeado en
la falta de convicciones, más aún, en el terror a cualquier convicción. Todo
aquello que suene a certidumbre, a rigor, a posición inequívoca, el moderadito
lo considera radical, extremista, agresivo. Su terreno es más bien el de la prudencia
patológica, el del apaciguamiento instintivo. En el poder, el moderadito tiende
a cederlo todo a la oposición. En la oposición, el moderadito tiende a cederlo
todo al poder. Por eso el moderadito es una catástrofe para cualquier proyecto
político, por eso camina hacia la catástrofe cualquier proyecto político que se
apoya en moderaditos.
Como la vida pública, que es confrontación, le inspira un
pavor invencible, el moderadito tiende a refugiarse en la técnica y,
especialmente, en la técnica jurídica y administrativa. Así, si hay que
defender, por ejemplo, la proscripción del aborto libre, el moderadito nunca
enunciará el derecho a la vida, que es una cosa como muy radical, sino que se
parapetará tras una confortable barricada de reglamentos jurídicos y protocolos
sanitarios, y se quedará ahí oculto hasta que pase el chaparrón. Quizá consiga
su propósito, pero, al final del combate, el argumento de convicción habrá
quedado sepultado, más aún, habrá quedado desterrado –el enemigo, pues, habrá
vencido. El moderadito habrá evitado la confrontación; lo que no evitará, a
medio plazo, será el aborto libre.
Así como el equidistante es un espécimen que se da por igual
en la derecha que en la izquierda, el moderadito es un espécimen típico de la
derecha. En la izquierda rara vez hay moderaditos: es un temperamento poco
compatible con el sectarismo de la convicción, rasgo característico de la
izquierda española en particular. Pero en la derecha es otra cosa:
sistemáticamente flagelada durante treinta años (o más) con el estigma de los
peores vicios, exudando mala conciencia por todos sus poros, la derecha es
terreno abonado para que surjan moderaditos por doquier; gentes que piensan
que, con esa actitud, serán más presentables, más amables, más "queridos".
Es que, en el fondo, el problema del moderadito es sentimental: necesita que le
quieran. Pero la política no se creó para hacer amigos”.
Bonnard, sin duda, debió compartir la opinión de que en política
no se entra para hacer amigos. Bajo la ocupación, Abel Bonnard se mostró
incluso más proalemán que promariscal: apoyó iniciativas como la creación de la
Legión de Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo, y fue autor de numerosos
editoriales en el diario “Je suis partout” dirigido por Robert Brasillach. En
abril de 1942 fue llamado a Vichy por Laval, quien le nombró Ministro de
Educación y Juventud.
Con estos antecedentes, lógicamente, fue incluido en las
listas negras que elaboró la Comisión Nacional de Escritores para "la
purificación" del mundo literario e intelectual en Francia. En 1944
Bonnard se refugió en España, donde se le concedió asilo político. Bonnard fue
sentenciado a muerte en ausencia el cuatro 4 de julio de 1945. Su condena a la
degradación nacional provoca su exclusión de la Academia Francesa pero los académicos,
como muestra de respeto, no le reemplazaron y su silla permaneció vacía hasta
su fallecimiento, algo que en toda la historia de la Academia sólo se hizo con el propio Bonnadr y con Abel Hermant.
En 1960 regresó a Francia, donde fue juzgado por el Tribunal
Supremo, que lo condenó a diez años de destierro, con efecto a partir de 1945,
la pena por lo tanto se consideraba ya cumplida, pero Bonnard no se mostró
conforme con la sentencia, pues aunque la pena se consideraba cumplida el veredicto
era de culpabilidad, algo que sin duda entrañaba una condena moral que no
estaba dispuesto a aceptar. Regresó a Madrid no volviendo nunca a pisar suelo francés
y pasó sus últimos años en el madrileño barrio de Prosperidad, donde podía vérsele
salir o entrar en casa para pasear por el barrio vestido siempre con un
academicismo excéntrico ya para la época: trajes oscuros con chaleco, corbata,
pañuelo de adorno en el bolsillo, sombrero, lentes eruditos, y algún que otro
detalle en esa línea de discreción clásica. Murió "solo y abandonado"
con 84 años. Sus libros y registros, que podrían haber sido muy útiles para los
historiadores, se dispersaron.
Tan cultivado como los más grandes del siglo XVIII y no
menos lúcido, un sólo gesto de arrepentimiento lo habría restaurado en su trono
literario de Paris, pero escogió vivir en una modesta pensión del barrio de Prosperidad.
Cuando Bonnard tuvo que escoger entre los laureles del éxito o su dignidad escogió
esta última, y lo hizo con la entereza de un hombre al que las contrariedades
lo habían enriquecido en serenidad.
Tumba de Abel Bonnard
Falleció el 31 de mayo de 1968, en el hospital Jiménez Díaz
de la Concepción, en la ciudad de Madrid. Descanse en paz.
"Abel Bonnard encarna de manera excelente una especie
de espiritualidad positivista que está extinguiéndose". Ernst Jünger
Winston, gracias por entregarte en la labor de traernos a los olvidados. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a ti Daorino, es alentador saber que tenemos jóvenes como tú interesados en entradas como ésta y con la capacidad de entender su importancia.
EliminarUn saludo
El culto a los antepasados no es, como muchos piensan un modo de nostalgia, sino una fuerza dinámica que se manifiesta en espíritu y en materia cuando recuperamos la obra, la presencia, el legado de personas como Abel Bonnard. Con cada uno de los olvidados y prohibidos, se levanta en la memoria un culto, ejecutamos un rito y nos sentimos más cerca de la verdad: esa experiencia que sólo puede ser trasmitida por quien la reconoce, por quien la cultiva, por quien como el autor de este artículo es parte de un destino superior, como el propio Bonnard.
ResponderEliminarEl culto a los antepasados no es como muchos piensan sólo una forma de nostalgia, representa un modo dinámico de energía que rescata la verdad, la hace visible, nos convierte en comunidad y nos otorga un rito renovado. Con cada uno de los nombres olvidados que retornan a nuestro espíritu, la verdad se restaura y se recupera un pedazo del mapa perdido, ese que nos marca las rutas indispensables de nuestro destino.
ResponderEliminarNo sabía nada sobre este hombre. Me ha gustado mucho su historia. A propósito, he leído dos libros de Charles Maurras hace uno o dos años y he quedado enamorado de su pensamiento. Toda la vida odié a Francia pensando que es el país más rebelde de todos pero ahora sé que no es así. Pero bueno, lamentablemente la Revolución Antifrancesa vino justamente de allí. Saludos.
ResponderEliminarLuis Landero, en su última novela "El balcón en invierno", cita a este intelectual francés. Dice: "Porque doña Sara tenía dos huéspedes ilustres a pensión completa. Uno era Francisco Regueiro, el director de cine, que entonces estaba empezando su carrera, y el otro era un anciano frágil y excéntrico con el pelo blanco electrizado a lo Einstein y vestido siempre con una elegancia y una pulcritud exquisitas, y que solo años después llegué a saber que se trataba de Abel Bonnard, poeta y ensayista célebre y laureado, miembro de la Academia Francesa, de que llegó a ser decano, ministro de Educación con el gobierno de Vichy, además de otros muchos honores, y que después de la guerra fue condenado a muerte, y finalmente al exilio, y que por esas cosas de la vida vino a parar al barrio de la Prospe, a nuestro inmueble, al piso de doña Sara, una habitación desde la que solo se veía un triste patio de manzana, a saber qué es lo que pensaba aquel gran hombre viendo ese pobre paisaje y recordando sus tiempos de gloria, de refinamiento, de esplendor, de poder, cuando se codeaba con lo más selecto de la sociedad occidental...La gente gorda de la sociedad occidental."
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