La historia de la Segunda Guerra Mundial se nos ha contado desde la perspectiva de que en dicha contienda se enfrentaban el mal supremo contra el bien supremo. La consecuencia inmediata durante décadas ha sido que cualquier acción llevada a cabo por los buenos estaba justificada por la finalidad perseguida (la derrota del mal supremo) y cualquier brutalidad sufrida por los derrotados era merecida.
Poco a poco la maquinaria propagandística de las democracias occidentales, con Hollywood a la cabeza, fue permitiendo que el gran público descubriera que el aliado ruso tuvo poco de bueno, y a día de hoy nadie mínimamente informado discute que los crímenes de Stalin no tienen comparación con los cometidos por ninguna otra potencia, no ya durante la Segunda Guerra Mundial, sino a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Pero los crímenes de las democracias occidentales siguen siendo un gran tabú, algo de lo que no se debe hablar, porque las democracias occidentales no cometieron crímenes de guerra ¡los paladines del bien no hacen esas cosas!, y los derrotados no sufrieron atrocidades injustificables porque cualquier cosa que se les hiciera estaba justificada y era merecida.
Pues bien, hoy me gustaría contarte brevemente uno de esos crímenes que nunca se cuentan al gran publico, y que al parecer los directores de Hollywood no han encontrado interesantes, porque hoy me he decidido a escribir sobre los bombardeos estratégicos.
Es posible encontrar multitud de definiciones de “bombardeo estratégico” y la mayor parte de ellas son tremendamente confusas. Y lo son no porque el concepto no esté claro sino porque se intenta evitar el uso de un lenguaje excesivamente crudo. Intentaré dar una definición suficientemente clara.
El bombardeo estratégico es la destrucción total de amplios objetivos civiles por su interés industrial, económico o demográfico, o como mera represalia para intentar minar su moral por medio de ataques aéreos, no intentando evitar en ningún caso los daños colaterales al ser de hecho estos daños uno de los objetivos prioritarios. Un ejemplo claro de bombardeo estratégico sería el hipotético lanzamiento de armamento nuclear sobre una ciudad como Londres.
Inglaterra y Estados Unidos inventaron en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial los bombardeos estratégicos y los usaron ampliamente contra Alemania.
Una incesante lluvia de fuego y destrucción, de proporciones bíblicas, arrasó Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. Miles de aviones aliados, británicos y estadounidenses, destruyeron Dresde, Hamburgo, Pforzheim, Dortmund, Darmstadt, Kassel... Decenas de ciudades y edificios históricos desaparecieron. Más de 600.000 civiles murieron y 7.500.000 quedaron sin hogar. El número de heridos y mutilados es incalculable.
Un parlamentario británico, miembro del partido liberal escribió en 1942: "Estoy totalmente a favor del bombardeo de las zonas de las ciudades alemanas donde viven las clases trabajadoras. Soy un discípulo de Cromwell y creo en la idea de "matar en nombre de Dios", porque pienso que la población civil alemana nunca tendrá conciencia de los horrores de la guerra hasta que los haya experimentado en carne propia”. Y así se hizo.
El historiador Jörg Friedrich afirma en Der Brand que “los bombardeos aliados fueron un crimen de guerra y que sólo cabe calificarlos de terror civil". Su tesis se basa en minuciosas investigaciones que, en su opinión, prueban que los bombardeos masivos sobre estas ciudades no tenían objetivos militares. Que el mando aliado, en un momento dado, fue consciente del nulo valor militar de los ataques. Y que, pese a ello, siguió enviando miles de aviones con la panza repleta de fuego y muerte hacia Alemania.
De la misma opinión es el comodoro del aire Leslie Mac Lean. En un libro escrito después de la guerra afirmó que ”El Estado Mayor Aéreo Inglés se alejó de su antigua tradición, hasta el grado de abandonar los últimos restos de humanidad y caballerosidad, a cambio de nada... pues el ataque terrorista aéreo fue un fracaso desde el punto de vista militar, ya que la nación sufrió bombardeos en escala nunca antes imaginada y no se doblegó ante el terrible castigo”.
¿Pero cómo y quién empezó con los bombardeos del terror?
Churchill es nombrado Primer Ministro el 10 de Mayo de 1940, y el día 11 de Mayo, la R.A.F. recibe la orden de volar a gran altura a través del frente de combate en plena ofensiva alemana en Bélgica, Holanda y Francia y de descargar sus bombas sobre ciudades alemanas desprovistas del menor interés estratégico y militar y, por consiguiente, sin protección antiaérea.
Ese día, la ciudad de Freiburg, totalmente alejada de las zonas de operaciones militares y sin una sola industria remotamente relacionada con la guerra, fue bombardeada por la R.A.F. Cincuenta y tres civiles, incluyendo veinticinco niños que jugaban en un jardín público resultaron muertos. Otros ciento cincuenta y un civiles fueron heridos. Mr. Edward Taylor, de la Cruz Roja Norteamericana dio estos datos en el New York Times.
El 30 de octubre de 1940 Churchill declaraba: “Hay que hacer sentir a la población civil de los alrededores de los objetivos todo el peso de la guerra”. A lo largo de 1941 el premier británico subrayó reiteradamente que era necesario que la Unidad de Bombarderos atacara la moral de los alemanes normales y corrientes.
El Secretario del Ministerio del Aire británico, J. M. Spaight certifica que fue Inglaterra la iniciadora del bombardeo de civiles, y se vanagloria de ello: “Empezamos a bombardear las ciudades alemanas antes de que el enemigo procediera de igual forma contra las nuestras. Es, éste, un hecho histórico que debe ser públicamente admitido. Pero como teníamos dudas respecto al efecto psicológico de la desviación propagandística de que habíamos sido nosotros quienes habíamos empezado la ofensiva de bombardeos estratégicos, nos abstuvimos de dar la publicidad que merecía a nuestra gran decisión del 11 de Mayo de 1940. Seguramente esto fue un error. Era una espléndida decisión” (J. M. Spaight: “ Bombing Vindicated “).
Es posible que en este momento estés recordando los bombardeos sobre Londres y pienses que es relativamente irrelevante quién tiró la primera piedra, pero lo cierto es que la famosa campaña de bombardeos sobre Inglaterra está muy lejos de poder ser equiparada con los bombardeos estratégicos aliados: la campaña de bombardeos alemanes denominada Blitz provocó la muerte de cerca de 40.000 civiles en toda Inglaterra pero esta cifra fue igualada por los aliados solo con el ataque sobre Hamburgo.
Entre el 24 y 25 de julio de 1943, 791 aviones de la RAF realizan un bombardeo nocturno indiscriminado contra el centro de la ciudad de Hamburgo. Se arrojaron más de 2.200 toneladas de bombas provocando graves daños en las zonas residenciales. Los incendios se mantuvieron en plena actividad durante veinticuatro horas. Nuevos ataques sucesivos, en el curso de las noches del 27 y 29 de julio y del 2 de agosto, completaron la destrucción de la ciudad. Se calcula que el número de víctimas fue superior a las 42.000.
En definitiva la aviación alemana, aún en el punto álgido de su poder de destrucción, nunca intentó ni planificó nada comparable a los bombardeos estratégicos anglo-americanos.
El bombardeo de Dresde.
Posiblemente la mejor forma de hacerse una idea de la brutalidad gratuita y del odio desplegado en los bombardeos estratégicos aliados sea ver las cifras y consecuencias de uno de ellos. He escogido el bombardeo de Dresde por ser uno de los más emblemáticos.
El día 13 de Febrero de 1945, los aliados deciden realizar un bombardeo a la ciudad alemana de Dresde. Las verdaderas razones para justificar tal operación son difíciles de asimilar. La ciudad de Dresde no tenía ningún valor militar. No había fuerzas destacadas en esa ciudad. No existían industrias bélicas y no constituía ningún obstáculo para el avance de las fuerzas aliadas.
Dresde, una ciudad a orillas del río Elba, era un centro de reunión de refugiados, de heridos y enfermos y donde se encontraban más de 26.000 prisioneros de guerra aliados. Es decir, una ciudad de desvalidos.
A las 22:09 del día 13 de Febrero, las emisoras de radio alemanas reemplazan sus emisiones regulares por el toque del péndulo que se usaba para anunciar un ataque aéreo. Lo que parecía ser un ataque a algún otro centro industrial o militar súbitamente se tornó en la guadaña de la muerte para Dresde.
A las 22:15, con puntualidad inglesa, comienzan a llover las bombas de la primera oleada de 245 bombarderos Lancaster. El único avión derribado lo fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por otro bombardero aliado que volaba por encima del desafortunado avión; tal era la concentración de aviones sobre la ciudad.
A las 22:30 termina lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar. Decenas de miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de tren convertidas en centros de refugiados, quedan sin techos, puertas y ventanas, las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua, postes de teléfonos y de alumbrado público tumbados. Edificios sin fachadas y gritos, llanto, sollozos, gritos de auxilio ahogados en miles de gargantas. De acuerdo a los propios pilotos, el humo y el fuego se veían desde 150 kilómetros de distancia.
A las 00:30, cuando nada lo hacía presagiar, surge la segunda oleada de bombarderos, que toma por sorpresa no solamente a los supervivientes de la ciudad, sino a los bomberos y servicios de auxilio que acudieron desde otras ciudades cercanas. No hubo aviso previo, pues simplemente no había electricidad. Los atacantes, esta vez, no necesitaron los aviones marcadores: la propia ciudad era una hoguera. Más de 550 aviones Lancaster, Liberators y B17, precedidos de los aviones iluminadores con sus bengalas de magnesio lanzadas en paracaídas, que revelaban la aterradora destrucción de la ciudad, señalaron la ruta de los que lanzarían las bombas incendiarias. Nada menos que 650.000 bombas incendiarias para una ciudad superpoblada de civiles. Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 kilómetros de distancia.
En los dos ataques se lanzaron un total de 1.477,7 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas, más una de 4 toneladas. En cuanto a las incendiarias, fueron 650.000, con un peso de 1.181,6 toneladas. En total se emplearon 1.400 aviones.
Los incendios se desataron por doquier iluminando el cielo de manera dantesca. La película que se guarda en el Imperial War Museum de Londres, muestra durante 10 minutos, cómo el avión con la cámara da vueltas por la ciudad sin recibir ningún tipo de oposición. No hay reflectores ni fuego antiaéreo, menos cazas interceptores. Todo es fuego y destrucción. Cientos de años en arte y cultura fueron reducidos a cenizas. Dresde estaba convertido en un infierno donde se habían quemando cientos de miles de civiles
Al día siguiente, los servicios de emergencia no podían atender a los cientos de miles de heridos. No había ni agua, ni alimentos, ni medicinas suficientes. Pero no todo había terminado, tras los dos ataques sufridos en las últimas catorce horas, a las 12:12 del 14 de Febrero una nueva oleada, esta vez de 1.350 Fortalezas Volantes y Liberators, lanzó otro diluvio de bombas contra la destrozada ciudad. Afortunadamente, las bombas que caían sobre los escombros, no hacían mayor daño, pues no se puede matar a los muertos. Como en Hamburgo, el huracán de fuego y las ráfagas de viento a miles de grados de temperatura, mató a más personas que las propias bombas. Los edificios que quedaban en pie, parecían cascarones que solo encerraban fuego.
Los americanos lanzaron 474,5 toneladas de explosivos de alta potencia y 296,5 toneladas de bombas incendiarias, en paquetes y racimos. Todo el casco histórico quedó reducido a escombros. Entre 25.000 y 35.000 cadáveres poblaban las calles, varios miles de cuerpos tuvieron que ser incinerados sin identificar en la actual plaza del mercado viejo.
Un testimonio de una estudiante de esa misma ciudad, una joven que deambulaba por las calles de Dresde con su hermano gemelo, el 13 de febrero de 1945: “Las llamas lo lamían todo a nuestro alrededor, y de algún modo nos encontramos en la orilla del Elba. Pude ver el fósforo danzando sobre el agua, de modo que para la gente que se arrojaba al río a fin de huir del fuego, no había escapatoria. Había cuerpos por todas partes, y las máscaras de gas que llevaba la gente se habían fundido con sus rostros… Empezamos a buscar un sótano para ocultarnos, pero en todos los sótanos donde mirábamos veíamos a gente que había muerto allí sentada debido a que los incendios habían aspirado el oxígeno y se habían asfixiado”.
Cuando al fin alcanzaron el refugio familiar continúa narrando: “Dentro vi un montón de cenizas que tenían la forma de una persona. ¿Sabes cuando pones madera en un horno, y ésta se quema y se pone al rojo, y conserva su forma mientras se consume por dentro, pero en cuanto la tocas se desintegra? Eso es lo que era: la forma de una persona, pero sin que quedara nada de su cuerpo. Yo no sabía quien era, pero luego vi que llevaba pendientes en las orejas. Yo conocía aquellos pendientes: era mi madre”
Durante mucho tiempo se evitó mostrar imágenes sobre la masacre de Dresde. Sin embargo, en los últimos tiempos han comenzado a darse a conocer distintas obras que hablan sobre el sufrimiento de los habitantes de Dresde, como por ejemplo la publicación en el 2.003 del libro "Brandstätten" del historiador alemán Jörg Friedrich, donde se mostraron escalofriantes fotografías de los bombardeos, no sólo a esa ciudad, sino de cerca de 160 urbes germanas más.
La destrucción de Dresde fue tan brutal e injustificable que el mismo Churchill escribió en un memorándum del 28 de marzo dirigido a los jefes del estado mayor: “La destrucción de Dresde abre un problema serio en relación con la conducta de los bombardeos aliados... Advierto la necesidad de una concentración más precisa de los esfuerzos sobre los objetivos militares, como industrias petrolíferas y las vías de comunicación inmediatamente cercanas a los lugares de combate, más que buscando meros actos de terror o inútiles destrucciones, aunque éstas sean impresionantes”.
Finalmente Winston Churchill no mando dicho memorando...
Los bombardeos estratégicos, también llamados durante la guerra bombardeos de terror, causaron la muerte premeditada e inútil de centenares de miles de civiles inocentes como consecuencia de una política de odio indiscriminado, pero nadie nunca ha sido juzgado por ello.
No me gustaría terminar sin un recuerdo para las víctimas de este tipo de bombardeos en el Pacífico. Por descontado las de Hiroshima y Nagasaki y especialmente para las víctimas del bombardeo de Tokio, el más sangriento de toda la Segunda Guerra Mundial, con más de 100.000 muertos.
Desde aquí un recuerdo a todas las víctimas de los asesinatos masivos de civiles por parte de las fuerzas aéreas aliadas. Descansen todos en paz.
PD: Alguien debería informar a los pilotos angloamericanos, que orgullosamente lucen sus uniformes en aniversarios y conmemoraciones del fin de la guerra, de que el cumplimiento de ordenes no es un eximente en lo que se refiere a crímenes contra la humanidad ni en crímenes de guerra. O al menos no lo fue para los combatientes alemanes.
Poco a poco la maquinaria propagandística de las democracias occidentales, con Hollywood a la cabeza, fue permitiendo que el gran público descubriera que el aliado ruso tuvo poco de bueno, y a día de hoy nadie mínimamente informado discute que los crímenes de Stalin no tienen comparación con los cometidos por ninguna otra potencia, no ya durante la Segunda Guerra Mundial, sino a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Pero los crímenes de las democracias occidentales siguen siendo un gran tabú, algo de lo que no se debe hablar, porque las democracias occidentales no cometieron crímenes de guerra ¡los paladines del bien no hacen esas cosas!, y los derrotados no sufrieron atrocidades injustificables porque cualquier cosa que se les hiciera estaba justificada y era merecida.
Pues bien, hoy me gustaría contarte brevemente uno de esos crímenes que nunca se cuentan al gran publico, y que al parecer los directores de Hollywood no han encontrado interesantes, porque hoy me he decidido a escribir sobre los bombardeos estratégicos.
Es posible encontrar multitud de definiciones de “bombardeo estratégico” y la mayor parte de ellas son tremendamente confusas. Y lo son no porque el concepto no esté claro sino porque se intenta evitar el uso de un lenguaje excesivamente crudo. Intentaré dar una definición suficientemente clara.
El bombardeo estratégico es la destrucción total de amplios objetivos civiles por su interés industrial, económico o demográfico, o como mera represalia para intentar minar su moral por medio de ataques aéreos, no intentando evitar en ningún caso los daños colaterales al ser de hecho estos daños uno de los objetivos prioritarios. Un ejemplo claro de bombardeo estratégico sería el hipotético lanzamiento de armamento nuclear sobre una ciudad como Londres.
Inglaterra y Estados Unidos inventaron en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial los bombardeos estratégicos y los usaron ampliamente contra Alemania.
Una incesante lluvia de fuego y destrucción, de proporciones bíblicas, arrasó Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. Miles de aviones aliados, británicos y estadounidenses, destruyeron Dresde, Hamburgo, Pforzheim, Dortmund, Darmstadt, Kassel... Decenas de ciudades y edificios históricos desaparecieron. Más de 600.000 civiles murieron y 7.500.000 quedaron sin hogar. El número de heridos y mutilados es incalculable.
Un parlamentario británico, miembro del partido liberal escribió en 1942: "Estoy totalmente a favor del bombardeo de las zonas de las ciudades alemanas donde viven las clases trabajadoras. Soy un discípulo de Cromwell y creo en la idea de "matar en nombre de Dios", porque pienso que la población civil alemana nunca tendrá conciencia de los horrores de la guerra hasta que los haya experimentado en carne propia”. Y así se hizo.
El historiador Jörg Friedrich afirma en Der Brand que “los bombardeos aliados fueron un crimen de guerra y que sólo cabe calificarlos de terror civil". Su tesis se basa en minuciosas investigaciones que, en su opinión, prueban que los bombardeos masivos sobre estas ciudades no tenían objetivos militares. Que el mando aliado, en un momento dado, fue consciente del nulo valor militar de los ataques. Y que, pese a ello, siguió enviando miles de aviones con la panza repleta de fuego y muerte hacia Alemania.
De la misma opinión es el comodoro del aire Leslie Mac Lean. En un libro escrito después de la guerra afirmó que ”El Estado Mayor Aéreo Inglés se alejó de su antigua tradición, hasta el grado de abandonar los últimos restos de humanidad y caballerosidad, a cambio de nada... pues el ataque terrorista aéreo fue un fracaso desde el punto de vista militar, ya que la nación sufrió bombardeos en escala nunca antes imaginada y no se doblegó ante el terrible castigo”.
¿Pero cómo y quién empezó con los bombardeos del terror?
Churchill es nombrado Primer Ministro el 10 de Mayo de 1940, y el día 11 de Mayo, la R.A.F. recibe la orden de volar a gran altura a través del frente de combate en plena ofensiva alemana en Bélgica, Holanda y Francia y de descargar sus bombas sobre ciudades alemanas desprovistas del menor interés estratégico y militar y, por consiguiente, sin protección antiaérea.
Ese día, la ciudad de Freiburg, totalmente alejada de las zonas de operaciones militares y sin una sola industria remotamente relacionada con la guerra, fue bombardeada por la R.A.F. Cincuenta y tres civiles, incluyendo veinticinco niños que jugaban en un jardín público resultaron muertos. Otros ciento cincuenta y un civiles fueron heridos. Mr. Edward Taylor, de la Cruz Roja Norteamericana dio estos datos en el New York Times.
El 30 de octubre de 1940 Churchill declaraba: “Hay que hacer sentir a la población civil de los alrededores de los objetivos todo el peso de la guerra”. A lo largo de 1941 el premier británico subrayó reiteradamente que era necesario que la Unidad de Bombarderos atacara la moral de los alemanes normales y corrientes.
El Secretario del Ministerio del Aire británico, J. M. Spaight certifica que fue Inglaterra la iniciadora del bombardeo de civiles, y se vanagloria de ello: “Empezamos a bombardear las ciudades alemanas antes de que el enemigo procediera de igual forma contra las nuestras. Es, éste, un hecho histórico que debe ser públicamente admitido. Pero como teníamos dudas respecto al efecto psicológico de la desviación propagandística de que habíamos sido nosotros quienes habíamos empezado la ofensiva de bombardeos estratégicos, nos abstuvimos de dar la publicidad que merecía a nuestra gran decisión del 11 de Mayo de 1940. Seguramente esto fue un error. Era una espléndida decisión” (J. M. Spaight: “ Bombing Vindicated “).
Es posible que en este momento estés recordando los bombardeos sobre Londres y pienses que es relativamente irrelevante quién tiró la primera piedra, pero lo cierto es que la famosa campaña de bombardeos sobre Inglaterra está muy lejos de poder ser equiparada con los bombardeos estratégicos aliados: la campaña de bombardeos alemanes denominada Blitz provocó la muerte de cerca de 40.000 civiles en toda Inglaterra pero esta cifra fue igualada por los aliados solo con el ataque sobre Hamburgo.
Entre el 24 y 25 de julio de 1943, 791 aviones de la RAF realizan un bombardeo nocturno indiscriminado contra el centro de la ciudad de Hamburgo. Se arrojaron más de 2.200 toneladas de bombas provocando graves daños en las zonas residenciales. Los incendios se mantuvieron en plena actividad durante veinticuatro horas. Nuevos ataques sucesivos, en el curso de las noches del 27 y 29 de julio y del 2 de agosto, completaron la destrucción de la ciudad. Se calcula que el número de víctimas fue superior a las 42.000.
En definitiva la aviación alemana, aún en el punto álgido de su poder de destrucción, nunca intentó ni planificó nada comparable a los bombardeos estratégicos anglo-americanos.
El bombardeo de Dresde.
Posiblemente la mejor forma de hacerse una idea de la brutalidad gratuita y del odio desplegado en los bombardeos estratégicos aliados sea ver las cifras y consecuencias de uno de ellos. He escogido el bombardeo de Dresde por ser uno de los más emblemáticos.
El día 13 de Febrero de 1945, los aliados deciden realizar un bombardeo a la ciudad alemana de Dresde. Las verdaderas razones para justificar tal operación son difíciles de asimilar. La ciudad de Dresde no tenía ningún valor militar. No había fuerzas destacadas en esa ciudad. No existían industrias bélicas y no constituía ningún obstáculo para el avance de las fuerzas aliadas.
Dresde, una ciudad a orillas del río Elba, era un centro de reunión de refugiados, de heridos y enfermos y donde se encontraban más de 26.000 prisioneros de guerra aliados. Es decir, una ciudad de desvalidos.
A las 22:09 del día 13 de Febrero, las emisoras de radio alemanas reemplazan sus emisiones regulares por el toque del péndulo que se usaba para anunciar un ataque aéreo. Lo que parecía ser un ataque a algún otro centro industrial o militar súbitamente se tornó en la guadaña de la muerte para Dresde.
A las 22:15, con puntualidad inglesa, comienzan a llover las bombas de la primera oleada de 245 bombarderos Lancaster. El único avión derribado lo fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por otro bombardero aliado que volaba por encima del desafortunado avión; tal era la concentración de aviones sobre la ciudad.
A las 22:30 termina lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar. Decenas de miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de tren convertidas en centros de refugiados, quedan sin techos, puertas y ventanas, las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua, postes de teléfonos y de alumbrado público tumbados. Edificios sin fachadas y gritos, llanto, sollozos, gritos de auxilio ahogados en miles de gargantas. De acuerdo a los propios pilotos, el humo y el fuego se veían desde 150 kilómetros de distancia.
A las 00:30, cuando nada lo hacía presagiar, surge la segunda oleada de bombarderos, que toma por sorpresa no solamente a los supervivientes de la ciudad, sino a los bomberos y servicios de auxilio que acudieron desde otras ciudades cercanas. No hubo aviso previo, pues simplemente no había electricidad. Los atacantes, esta vez, no necesitaron los aviones marcadores: la propia ciudad era una hoguera. Más de 550 aviones Lancaster, Liberators y B17, precedidos de los aviones iluminadores con sus bengalas de magnesio lanzadas en paracaídas, que revelaban la aterradora destrucción de la ciudad, señalaron la ruta de los que lanzarían las bombas incendiarias. Nada menos que 650.000 bombas incendiarias para una ciudad superpoblada de civiles. Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 kilómetros de distancia.
En los dos ataques se lanzaron un total de 1.477,7 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas, más una de 4 toneladas. En cuanto a las incendiarias, fueron 650.000, con un peso de 1.181,6 toneladas. En total se emplearon 1.400 aviones.
Los incendios se desataron por doquier iluminando el cielo de manera dantesca. La película que se guarda en el Imperial War Museum de Londres, muestra durante 10 minutos, cómo el avión con la cámara da vueltas por la ciudad sin recibir ningún tipo de oposición. No hay reflectores ni fuego antiaéreo, menos cazas interceptores. Todo es fuego y destrucción. Cientos de años en arte y cultura fueron reducidos a cenizas. Dresde estaba convertido en un infierno donde se habían quemando cientos de miles de civiles
Al día siguiente, los servicios de emergencia no podían atender a los cientos de miles de heridos. No había ni agua, ni alimentos, ni medicinas suficientes. Pero no todo había terminado, tras los dos ataques sufridos en las últimas catorce horas, a las 12:12 del 14 de Febrero una nueva oleada, esta vez de 1.350 Fortalezas Volantes y Liberators, lanzó otro diluvio de bombas contra la destrozada ciudad. Afortunadamente, las bombas que caían sobre los escombros, no hacían mayor daño, pues no se puede matar a los muertos. Como en Hamburgo, el huracán de fuego y las ráfagas de viento a miles de grados de temperatura, mató a más personas que las propias bombas. Los edificios que quedaban en pie, parecían cascarones que solo encerraban fuego.
Los americanos lanzaron 474,5 toneladas de explosivos de alta potencia y 296,5 toneladas de bombas incendiarias, en paquetes y racimos. Todo el casco histórico quedó reducido a escombros. Entre 25.000 y 35.000 cadáveres poblaban las calles, varios miles de cuerpos tuvieron que ser incinerados sin identificar en la actual plaza del mercado viejo.
Un testimonio de una estudiante de esa misma ciudad, una joven que deambulaba por las calles de Dresde con su hermano gemelo, el 13 de febrero de 1945: “Las llamas lo lamían todo a nuestro alrededor, y de algún modo nos encontramos en la orilla del Elba. Pude ver el fósforo danzando sobre el agua, de modo que para la gente que se arrojaba al río a fin de huir del fuego, no había escapatoria. Había cuerpos por todas partes, y las máscaras de gas que llevaba la gente se habían fundido con sus rostros… Empezamos a buscar un sótano para ocultarnos, pero en todos los sótanos donde mirábamos veíamos a gente que había muerto allí sentada debido a que los incendios habían aspirado el oxígeno y se habían asfixiado”.
Cuando al fin alcanzaron el refugio familiar continúa narrando: “Dentro vi un montón de cenizas que tenían la forma de una persona. ¿Sabes cuando pones madera en un horno, y ésta se quema y se pone al rojo, y conserva su forma mientras se consume por dentro, pero en cuanto la tocas se desintegra? Eso es lo que era: la forma de una persona, pero sin que quedara nada de su cuerpo. Yo no sabía quien era, pero luego vi que llevaba pendientes en las orejas. Yo conocía aquellos pendientes: era mi madre”
Durante mucho tiempo se evitó mostrar imágenes sobre la masacre de Dresde. Sin embargo, en los últimos tiempos han comenzado a darse a conocer distintas obras que hablan sobre el sufrimiento de los habitantes de Dresde, como por ejemplo la publicación en el 2.003 del libro "Brandstätten" del historiador alemán Jörg Friedrich, donde se mostraron escalofriantes fotografías de los bombardeos, no sólo a esa ciudad, sino de cerca de 160 urbes germanas más.
La destrucción de Dresde fue tan brutal e injustificable que el mismo Churchill escribió en un memorándum del 28 de marzo dirigido a los jefes del estado mayor: “La destrucción de Dresde abre un problema serio en relación con la conducta de los bombardeos aliados... Advierto la necesidad de una concentración más precisa de los esfuerzos sobre los objetivos militares, como industrias petrolíferas y las vías de comunicación inmediatamente cercanas a los lugares de combate, más que buscando meros actos de terror o inútiles destrucciones, aunque éstas sean impresionantes”.
Finalmente Winston Churchill no mando dicho memorando...
Los bombardeos estratégicos, también llamados durante la guerra bombardeos de terror, causaron la muerte premeditada e inútil de centenares de miles de civiles inocentes como consecuencia de una política de odio indiscriminado, pero nadie nunca ha sido juzgado por ello.
No me gustaría terminar sin un recuerdo para las víctimas de este tipo de bombardeos en el Pacífico. Por descontado las de Hiroshima y Nagasaki y especialmente para las víctimas del bombardeo de Tokio, el más sangriento de toda la Segunda Guerra Mundial, con más de 100.000 muertos.
Desde aquí un recuerdo a todas las víctimas de los asesinatos masivos de civiles por parte de las fuerzas aéreas aliadas. Descansen todos en paz.
PD: Alguien debería informar a los pilotos angloamericanos, que orgullosamente lucen sus uniformes en aniversarios y conmemoraciones del fin de la guerra, de que el cumplimiento de ordenes no es un eximente en lo que se refiere a crímenes contra la humanidad ni en crímenes de guerra. O al menos no lo fue para los combatientes alemanes.
Si es cierto que fueron los britanicos los primeros en usar el bombardeo contra civiles. Las primeras incursiones aereas alemanas contra Londres fueron en represalia por los bombardeos ingleses contra poblaciones germanas, incluido Berlin. Por cierto, ese desvio de fuerzas contra objetivos civiles acosta de abandonar objetivos militares es muy posible que fuera la causa de que los alemanas fracasaran en su campaña contra las islas britanicas. Pero eso es otra historia...
ResponderEliminarEs cierto lo que comentas, y yo además añadiría otro dato que me parece extraordinariamente importante, y es que la aviación alemana nunca llevó a cabo ataques de la magnitud con la que los aliados golperaron Alemania una y otra vez. Y desde luego, en el periodo del a batalla de Inglaterra si no lo hicieron no fue por falta de capacidad. En los bombardeos aliados existía el claro propósito de matar el mayor número de civiles posible, de forma indiscriminada.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por tu comentario.
Sin duda, pero sino arrasaron Londres fue seguramente porque no pudieron. Al desconcentrar los ataques sobre los aerodromos y centrarse en poblaciones, sobre todo Lodres, le dio un respiro a la RAF para reorganizarse y castigar a los bombarderos alemanes, ya que sus cazas de escolta no tenian autonomia suficiente para permanecer tanto como los bombarderos en los cielos britanicos. Por esta causa (y por otras) las perdidas de los amemanes fueron cuantiosas.
ResponderEliminarPor lo demas, totalmente de acuerdo, interesante articulo.
Tambien hay que recordar que no solo Inglaterra empezo (mayo 1940) los "Bombarderos Estrategicos"(asesinatos de civiles), sino que Alemania respondio despues de cuatro meses (sep 1940)despues de agotar todo ezfuerzo de paz con el Imperio Britanico.
ResponderEliminarPropongo un juicio tipo Nuremberg para los criminales de guerra aliados culpables de las masacres de Dresden, Hiroshima y Nagasaki.
ResponderEliminarEn toda la guerra, está documentado, murieron alrededor de 70000 (setenta mil) civiles en Inglaterra, por bombardeo alemán. Los bombardeos anglo-norteamericanos produjeron mas de 2000000 ( 2 millones) de victimas civiles alemanas.
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