viernes, 24 de diciembre de 2010

El eterno espectador


Somos un pueblo atolondrado y embrutecido, cada día estoy más seguro de eso. Hemos perdido toda capacidad de respuesta frente a los abusos que sufrimos y nos mostramos incapaces de responder con otra cosa que no sea el cabreo constante que parece acompañar al españolito de a pie. Seguimos siendo esos tipos morenos, bajitos y cabreados.

Me gustaría echarle la culpa a la televisión (que la tiene), a la clase política (sin duda culpable), pero hay un protagonista de excepción en todo lo que estamos sufriendo, y somos nosotros mismos.

Parecemos incapaces de reaccionar como sociedad y lo más grave, parecemos incapaces de reaccionar incluso individualmente. Hoy me gustaría proponerte la militancia activa en una formación política que defienda aquello en lo que crees. ¿Es esto pedir demasiado al español medio? ¿Eres tú también de los que prefieren que actúen otros mientras te limitas a comentar la jugada en Internet?

Yo reconozco que durante mucho tiempo pertenecí a esta masa de profesionales de la queja y el cabreo, abonado en preferente a la desilusión y al disgusto, derrochador inútil de adrenalina y bilis con una actitud que nunca ayudó en nada a cambiar aquello que me molestaba.

Encontramos dos grandes grupos en esta gran familia de los eternos descontentos.

Por un lado los que destilan intelectualidad pero que nunca se han sumado a una acción, nunca han aportado su grano de arena para luchar por o contra nada: son militantes de salón y lo único que han logrado es poner a su familia y amigos la cabeza como un bombo. Demasiadas neuronas desaprovechadas.

Y por otra parte está el cabreado compulsivo que cree luchar por lo que es justo pero lo hace sin coordinar sus esfuerzos, un caballero andante que termina soltando su bilis en forma de explosiones de mal genio en el momento menos adecuado y en demasiadas ocasiones, con quien no lo merece; sus acciones tampoco brillan precisamente por sus resultados. Es una militancia alocada, sin sentido y sin resultados, demasiada energía incontrolada y arrojada al vacío...

Hay una cita que me parece que debería formar parte del catecismo de todo patriota, es del Padre Alfredo Sáenz, catedrático de Teología Dogmática en la Universidad de El Salvador, en Buenos Aires, y director de la revista americana de pensamiento católico “Gladius”.

“Hay un adagio alemán que dice ‘Cuando se pierde el coraje todo está perdido’.

Hay un adagio latino que dice ‘Cuando se pierde la razón se está al borde del precipicio’.

¿Pero qué sucederá en una sociedad donde se produce la intersección de estas dos pérdidas, la pérdida del coraje y la pérdida de la razón? Tal es a mi juicio la situación de Occidente. Lucidez y coraje.

La lucidez hace referencia a la inteligencia, el coraje a la voluntad. Así deberá ser el militante de la Ciudad de Dios, lúcido para conocer la verdad y descubrir las artimañas de la estrategia enemiga, valiente para saber enfrentarlo con el coraje adecuado, por las decisiones heroicas que ello implicare.

Una lucidez sin coraje engendra un militante de gabinete, un militante de salón. El coraje sin lucidez produce un militante alocado, una militancia sin sentido.

Pero cuando la lucidez se une con el coraje entonces sí, tenemos el militante a punto, la militancia en toda su peligrosa fuerza, en toda su esplendente belleza.”


Creo que es difícil decirlo mejor: cultiva tu mente, despréndete de tus miedos y súmate a la lucha. Un hombre que ha sabido cultivar sus convicciones y que es capaz de medir cada uno de sus movimientos cual jugador de ajedrez, desprendiéndose de sus temores y de su pereza vale por cien. Si además es capaz de coordinarse con otros hombres como él, tendremos como dice el padre Alfredo Sáenz "la militancia en toda su peligrosa fuerza, en toda su esplendente belleza"

¿Cuánto tiempo piensas seguir siendo un mero espectador de todo cuanto esta ocurriendo? Quizás cuando te decidas sea tarde.



"Para que el mal triunfe basta con que los hombres de bien se queden cruzados de brazos.”

Edmund Burke

2 comentarios:

  1. Tengo bastante claro que votare democracia nacional.
    No nos falleis ni hagais cosas raras.

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  2. Yo también lo tengo muy claro, y ya las últimas voté Demcoracia Nacional.

    ¡Adelante por España!

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