Si algo separa a una sociedad avanzada de una pesadilla madmaxiana donde reina la anarquía e impera la ley del más fuerte, no es otra cosa que la fortaleza de sus instituciones. Ejemplos de esto nos sobran a lo largo de la historia, posiblemente el más cercano en el tiempo sea el caso de Somalia. Porque las instituciones de Somalia son muy débiles o inexistentes es imposible hablar en serio de un Gobierno de Somalia, o de un Ministerio de Justicia de Somalia etc. ¿Qué importancia tendría en este contexto que el llamado gobierno somalí promulgara durísimas leyes contra la piratería? Somalia carece de instituciones, por eso Somalia es el caos.
Si queremos una sociedad que funcione con eficacia y que sea capaz de gestionar sus conflictos de forma civilizada y por vías preestablecidas, necesitamos unas instituciones fuertes. Posiblemente lo necesitemos más incluso que un buen gobierno.
Creo que en España actualmente tenemos un grave problema que está minando peligrosa y silenciosamente nuestras instituciones, y es la pérdida de credibilidad. Puede que la fachada aún tenga buen aspecto, pero los cimientos están enfermos y corremos el riesgo de descubrir demasiado tarde que estamos sentados sobre un flamante castillo de naipes.
Esta idea empezó a rondar por mi cabeza durante el desarrollo de los acontecimientos relativos a la gripe A. En este tiempo he recibido correos y opiniones de todo tipo: preocupantes, descabelladas, alarmistas, tranquilizadoras... desde que era un arma biológica para reducir la población mundial a que era un negocio montado por las farmacéuticas.
Pero todas estas versiones que han corrido de boca en boca y de correo electrónico en correo electrónico tienen algo en común y ese algo, al margen de la gripe A, es lo que realmente más me ha inquietado. Todas las opiniones coincidían en un punto: “la versión dada por el Ministerio de Sanidad no tiene porque ser cierta y si deseas saber la verdad tendrás que buscarla por otras vías, porque las instituciones sanitarias no tienen credibilidad”. Hoy leo que posiblemente sobren muchas vacunas por que los “privilegiados” que están en los sectores escogidos para vacunarse puede que no acudan a hacerlo. Bomberos, policías, médicos etc. están desoyendo las recomendaciones del Ministerio: no se fían de la vacuna ni del Ministerio de Sanidad.
Si esta falta de credibilidad afectase exclusivamente al Ministerio de Sanidad la situación ya sería muy grave, pero lo cierto es que afecta a todos los ámbitos de la vida publica.
¿Independencia del sistema judicial? ¿Veracidad e imparcialidad de los medios de comunicación? ¿Solvencia de nuestro sistema financiero? ¿Y el poder legislativo...? Bueno, de la clase política mejor ni hablar, porque ya no es que la población no les crea, es que siente nauseas sólo de verlos... el panorama es desolador.
Hoy mismo hemos podido ver en los medios de comunicación cómo la versión dada por un simple capitán de pesquero acerca de los supuestos disparos hechos por las Fuerzas Armadas contradecía la versión de todo un Jefe del Estado Mayor del Ejército y de la propia Ministra de Defensa y la mayoría de la población, y yo el primero, hemos dado mayor credibilidad al capitán del Alakrana.
No existe institución pública que pueda ser fuerte por debajo de unos niveles mínimos de credibilidad y es posible que estos mínimos estén a punto de sobrepasarse. Podemos estar sentados sobre un gran castillo de naipes y cuando el suelo empiece a ceder bajo nuestros pies nada frenara la caída.
Que pena de España, que les vamos a dejar a nuestros hijos?
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